«SERVUS DOMINI CORDIS» [A. D. MMXIII, A. D. MMXIV, A. D. MMXV] «CUSTODIENS VERITATEM» [A. D. MMXVI; A. D. MMXX, A.D.. MMXXI, A. D. MMXXII, MMXIV] «COOPERATORES VERITATIS» [A. D. MMXVII, A.D. MMXVIII, A.D. MMXIX, A. D. MMXXIII] «PER MATREM AD COR FILII» «Si non iuramento Iesuita, saltem oportet corde Iesuitas esse ut aliquid boni facias.» [A.M.D.G.]
Per Matrem et Magistram ad cor Filii
domingo, 7 de julio de 2013
sábado, 6 de julio de 2013
Francisco autoriza canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII
El papa Francisco autorizó este viernes la canonización de Juan Pablo II (1978-2005) y Juan XXIII (1958-1963), anunció la oficina de prensa del Vaticano.
El Papa firmó el decreto en que reconoce la atribución de un milagro por intercesión de Juan Pablo II, mientras en el caso de Juan XXIII Francisco consideró que no era necesario demostrar que haya intercedido en un milagro.
La fecha de la ceremonia de las dos canonizaciones no ha sido fijada, precisó la nota.
“Podría ocurrir a finales del 2013”, aseguró el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
La atribución de un segundo milagro al beato Juan Pablo II ha sido el paso clave para su rápida canonización, autorizada tan solo ocho años después de su muerte en el 2005.
“El sumo pontífice aprobó la canonización del Juan XXIII y decidió convocar un consistorio para la canonización del beato Juan Pablo II” , indicó el Vaticano en una nota.
Según medios de prensa religiosos, Francisco ha querido “relativizar” la canonización del papa polaco al autorizar contemporáneamente y sin necesidad de demostrar que intercedió en un milagro, la de Juan XXIII, llamado el “papa bueno”.
El pontificado de Juan Pablo II, que atraía a multitudes en todo el mundo, ha sido cuestionado en los últimos años por su actitud frente a la pedofilia y los escándalos del banco del Vaticano.
La decisión del papa de canonizar Juan XXIII sin milagro, si bien no ha sido tomada con frecuencia en los últimos decenios, es una prerrogativa del jefe de la iglesia católica, según las normas del Vaticano.
“Todos conocemos las virtudes y la personalidad de papa Roncalli (Juan XXIII, ndr) y no es necesario explicar las razones por las que alcanza la gloria de los altares”, afirmó Lombardi.
Juan Pablo II, cuyo nombre de pila era Karol Wojtyla, fue beatificado el 1 de mayo de 2011, tras aprobarse un primer milagro con la firma del papa emérito Benedicto XVI.
Se trataba de la curación inexplicable de la monja francesa Marie Simon Pierre, que padecía desde 2001 la enfermedad de Parkinson, la misma que sufrió Juan Pablo II en sus últimos años.
Por su parte, Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II en septiembre de 2000, durante el Jubileo. El milagro aprobado para su beatificación fue la curación de sor Caterina Capitani en 1966.
El Papa firmó el decreto en que reconoce la atribución de un milagro por intercesión de Juan Pablo II, mientras en el caso de Juan XXIII Francisco consideró que no era necesario demostrar que haya intercedido en un milagro.
La fecha de la ceremonia de las dos canonizaciones no ha sido fijada, precisó la nota.
“Podría ocurrir a finales del 2013”, aseguró el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
La atribución de un segundo milagro al beato Juan Pablo II ha sido el paso clave para su rápida canonización, autorizada tan solo ocho años después de su muerte en el 2005.
“El sumo pontífice aprobó la canonización del Juan XXIII y decidió convocar un consistorio para la canonización del beato Juan Pablo II” , indicó el Vaticano en una nota.
Según medios de prensa religiosos, Francisco ha querido “relativizar” la canonización del papa polaco al autorizar contemporáneamente y sin necesidad de demostrar que intercedió en un milagro, la de Juan XXIII, llamado el “papa bueno”.
El pontificado de Juan Pablo II, que atraía a multitudes en todo el mundo, ha sido cuestionado en los últimos años por su actitud frente a la pedofilia y los escándalos del banco del Vaticano.
La decisión del papa de canonizar Juan XXIII sin milagro, si bien no ha sido tomada con frecuencia en los últimos decenios, es una prerrogativa del jefe de la iglesia católica, según las normas del Vaticano.
“Todos conocemos las virtudes y la personalidad de papa Roncalli (Juan XXIII, ndr) y no es necesario explicar las razones por las que alcanza la gloria de los altares”, afirmó Lombardi.
Juan Pablo II, cuyo nombre de pila era Karol Wojtyla, fue beatificado el 1 de mayo de 2011, tras aprobarse un primer milagro con la firma del papa emérito Benedicto XVI.
Se trataba de la curación inexplicable de la monja francesa Marie Simon Pierre, que padecía desde 2001 la enfermedad de Parkinson, la misma que sufrió Juan Pablo II en sus últimos años.
Por su parte, Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II en septiembre de 2000, durante el Jubileo. El milagro aprobado para su beatificación fue la curación de sor Caterina Capitani en 1966.
miércoles, 26 de junio de 2013
El rosario y la oración de Jesús
Entrevista al cardenal Tomáš Špidlík, S.J. por Pierluca Azzaro
«La gran renovación en Oriente tuvo lugar entre los siglos XIX y XX con la llamada “oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Es una oración análoga a la del rosario latino. Y yo, cuando hablo del rosario, digo siempre que hay que aprender a rezarlo como se reza en Oriente la oración de Jesús»
Serafino de Sarov era un hombre sencillo que repetía incesantemente una oración sencilla: «Dios mío, ten piedad de mí, pecador»; y a la gente, que cada vez más numerosa, iba a pedirle consejos, él, viejo y con una sonrisa «incomprensiblemente radiosa» –como se lee en sus biografías–, tras recibirla con un saludo pascual –«¡Buenos días, alegría mía! ¡Cristo ha resucitado!»–, aconsejaba las prácticas más sencillas: la oración, la contrición, la comunión frecuente, el temor de Dios, el perdón de las ofensas, las obras de misericordia.
En Occidente la mentalidad técnica ha llevado al racionalismo y, como reacción, ha aparecido lo contrario: la espiritualidad irracional. Al final el Papa ha tenido que escribir una encíclica sobre el uso sano de la razón. La espiritualidad del corazón debe ser un remedio, una medicina contra ese racionalismo que lleva al irracionalismo. He tenido que luchar mucho sobre la noción de corazón, sobre la plegaria del corazón.
Yo creo que Dios es padre, esta es la profesión de fe, la paternidad, y con el padre se habla. «Credo in unum Deum Patrem omnipotentem». La verdad cristiana es «creo que Dios es padre». Así pues, la primera fuente es la oración al Padre.
Extraído de: 30días revista mensual internacional dirigida por Giulio Andreotti n°11-2003
LA VERDAD ES EL AMOR
La verdad es el amor, y el Amor es Dios. En efecto, Dios es amor. La expresión del amor es el servicio
martes, 25 de junio de 2013
El escudo del Papa Francisco, refleja su humildad y devoción a la Virgen María. Todos los símbolos están tomados de su escudo episcopal
El escudo cuenta con tres símbolos situados en triángulo, sobre fondo azul. Lo más destacado, en la parte superior, es el sol con las letras IHS en el centro. El símbolo de la Compañía de Jesús, a la que pertenece.
El símbolo IHS y su explicación: "IHS" es monograma del nombre de Jesucristo. Desde el principio de la cristiandad, la nomina sacra (nombre sagrado) de Iesous Christos (Jesucristo) se abrevia de varias formas. Las tres primeras letras de la palabra "Jesús" en griego son: IHC. Estas se transliteraron al latín como IHS. "I": Iesus (Jesús), "H": Hominum (de los hombres), "S": Salvator" (Salvador) = Jesús, Salvador de los hombres. Aunque esta no representa el significado original griego, felizmente se refiere y honra al mismo Jesucristo.
En la parte inferior izquierda hay una estrella de cinco puntas, que junto con el fondo azul simboliza a la Virgen María y en el lado inferior derecho hay un racimo de uvas que simboliza a Jesús como fuente de la Fe.
Bajo el escudo se distingue su lema en latín “Miserando atque eliegendo” San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia del siglo VIII, en su homilía 21 sobre el Evangelio de san Mateo 9, comenta este momento “Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. “Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano, y lo vio con misericordia y eligiéndolo, (miserando atque eligendo), y le dijo "Sígueme", que quiere decir: "Imítame". Le dijo "Sígueme", más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él anduvo”.
Así han sido también las palabras del Papa en su primera audiencia. La vida cristiana es un movimiento: caminar, edificar y confesar.
Pidamos por este nuevo Pontificado, para que el Espíritu Santo lo ilumine y le fortalezca en este ministerio.
Bendiciones. P. Guillermo Serra, LC
La Disciplina Ignaciana
Para descubrir a Dios en todas las cosas y dejarnos llevar por Él en nuestras decisiones, necesitamos una disciplina. Le llamamos “disciplina ignaciana”, porque la retomamos de San Ignacio de Loyola, en la disciplina que propone en sus ejercicios espirituales, para forjar la verdadera libertad que nos conduzca a tomar las mejores decisiones en nuestra vida.
Hay tres elementos fundamentales en la disciplina ignaciana:
1. La oración
La oración es una disposición interna para descubrir la presencia del Espíritu en nuestra vida y dejarnos conducir por Él, sabiendo que Dios nos guía hacia la vida plena, desde la historia. Hace uso de todos nuestros sentidos para descubrir y experimentar ese Amor presente en todas las cosas. A través de lo que vemos, oímos, olemos, tocamos y sentimos es como Dios se hace presente en nuestro corazón y mueve nuestra voluntad.
Para Ignacio de Loyola, Dios es como un trabajador que se esmera en construir un hogar digno para sus hijos e hijas. Dios es alguien que “labora por mí en todas la cosas creadas” y la oración ignaciana se dirige a disponernos internamente para descubrir y experimentar el Amor del Padre, que trabaja por nuestra plenitud.
Existe una actitud orante y una oración formal. La actitud orante tiene que ver con la contemplación en la acción, el sorprenderte por el amor y la injusticia, estar atento a los signos de los tiempos. La oración formal tiene que ver con un tiempo específico de silencio para establecer un diálogo con Dios y la Historia.
Los pasos fundamentales para realizar una oración formal son:
a) Preparación. En la preparación trato de tranquilizarme. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, paseando, etc. A medida que el corazón se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer. Tengo que tener el material necesario para la oración, un texto bíblico o algún texto espiritual. Y antes de empezar propiamente la oración realizo alguna oración preparatoria donde pido que toda mi vida esté centrada en Jesús.
b) Desarrollo. En este momento realizo mi oración haciendo uso de alguna de las diferentes maneras de orar: contemplación de una palabra, sintiendo a Dios en la respiración, meditación, contemplación, aplicación de los sentidos, repetición, oración sobre la vida. Comienzo por cada uno de los puntos de oración, considerando que la acción de Dios, y por tanto su liberación, abarca toda mi persona: mis pensamientos, los sentidos, la manera de relacionarme con los demás, con Dios, etc. Al final doy gracias a Dios por los frutos recibidos en este momento de oración.
c) Examen de la oración. Realizo una evaluación de mi oración, para ver cómo fue mi preparación, qué frutos tuve de la oración, qué me ha ayudado más, etc. Mucho ayuda hacerlo por escrito.
2. El examen de conciencia
El examen de conciencia consiste en recuperar cómo me fue en el día. No es un momento para juzgar mis actos, sino para tomar conciencia de ellos. El examen puede hacerse mentalmente, pero mucho ayuda hacerlo por escrito. Se recomienda hacerse diario, o por lo menos una vez a la semana, al final de la noche. Los pasos para realizar el examen de conciencia, recomendados por San Ignacio, son los siguientes:
a) Pedir luz y gracia para descubrir a Dios en lo vivido
Sereno mi corazón para compartir lo vivido con un Amigo muy especial. Pido luz para conocer las señales y la acción de Dios en este día. Recuerdo que Jesús dejó su Espíritu para llevar a la creación a su plenitud, y restaurarla al modo del Creador.
b) Agradecer los dones del día
Hago un repaso de lo vivido en el día: actividades, experiencias, encuentros, trabajos, etc. Le doy gracias por todo lo vivido y pienso en qué momentos sentí una mayor cercanía con Jesús. Por lo experimentado internamente es como me puedo dar cuenta de esta cercanía: esperanza, entrega, gratitud, servicio, libertad, etc. Estos movimientos internos vienen acompañados de invitaciones, trata de ubicarlas y agradecerlas.
c) Reconocer fallas (lo que sentí, lo que hice, lo que pensé)
Pienso en los descuidos que no permitieron obtener mayores frutos en el día. Reconozco si hubo alguna insensibilidad ante las necesidades que encontré en el camino. Asumo las fallas en la construcción de la fraternidad y la justicia con los hermanos.
d) Si hubo fallas graves, hacer una oración de perdón
Pido perdón a quienes hoy ofendí. Doy mi perdón a quienes me lastimaron. Me doy a mí mismo el perdón que Jesús me regala.
e) Hacer un propósito para cumplir con su gracia
Si hubo falla grave, veo la manera de corregirla para el día de mañana. Renuevo mi amistad y mi deseo de amar y servir: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Le pido la bendición a María.
3. El Discernimiento de Espíritus
El discernimiento es simplemente “dejarse llevar” por el Espíritu, alcanzar la libertad necesaria para dejarse conducir por Dios con la seguridad de que su modo es el mejor modo para nuestra realización como seres humanos. El discernimiento es descubrir la fuerza de Dios (dinamismo de integración) y del Mal (dinamismo de desintegración) en cada uno de nosotros. Discernir es conocer sus campos, conocer dónde se asientan, conocer las tácticas que utilizan y sobre todo reconocer las reacciones personales ante el buen y el mal impulso.
Discernir no es escoger entre el bien y el mal. Para esto ya están los mandamientos o el sentido común, sino elegir siempre entre dos opciones buenas, entre un medio y otro medio más eficaz. Discernir es estar con la mirada puesta en Cristo Jesús que muere y resucita y que me llama a colaborar con su tarea, pero dentro de su propia lógica: la muerte que trae vida.
El discernimiento no es para deducir la Voluntad de Dios y sus proyectos para mí, hoy. Más bien, el discernimiento nos dispone a reconocer en nuestros deseos y aspiraciones, aquéllos que pueden atribuirse a Dios. Más aún, el discernimiento nos prepara a dar una respuesta personal e inédita a los llamamientos del Evangelio, del Reino de Dios. Por tanto, el discernimiento es crear “nuestra” respuesta –mía y de Dios-; es la creación común. El discernimiento nos aclara que no hay una voluntad particular preestablecida para cada uno, sino una respuesta personal al deseo de Dios.
Dinámicas internas
El Buen Espíritu o dinámica de integración: proceso de humanización.
El Mal Espíritu o dinámica de desintegración: proceso de deshumanización.
Los impulsos que surgen del Buen Espíritu los denominamos “mociones” y con ello significamos todo lo que lleva hacia Dios y su Reino. Las mociones son claridades o certezas que nos dejan con esperanza y muestran el paso a dar en el seguimiento de Jesús. Por el contrario, denominamos “treta” todo aquello que nos orienta en sentido opuesto: apartarnos de Dios y de su reinado. Las tretas normalmente provienen de cosas buenas, pero que a la larga nos disminuyen en el seguimiento de Jesús.
Estados Espirituales
Estos impulsos se vehiculan o se expresan en dos estados básicos: la consolación y la desolación.
La Consolación: es un estado de ánimo que me saca de mí mismo, me hace contemplar como parte de un mundo; me impulsa a buscar el amor y la justicia junto con otros; me deja un mayor sentido de vida y gusto de vivir; existe una alegría duradera y fuerza para enfrentar las dificultades. La consolación da quietud, fuerza interior, claridad del proyecto de Dios, y una satisfacción profunda.
La Desolación: es un estado de ánimo que me centra en mí mismo, me hace perder el sentido de vida, desvalorizando lo que soy, me deja sumido en una tristeza y desesperanza que me estruja. Tiene alegrías efímeras. La desolación da todo lo contrario a la consolación: oscuridad interior, turbación, inclinación a las cosas superficiales, baja nuestra esperanza, nos hallamos sin amor, con flojera y tibieza.
Las Reglas básicas del discernimiento
Todo discernimiento se puede reducir a saber dar razón a esta doble pregunta:
¿Qué experimento?
¿A dónde me lleva?
El discernimiento consistirá en conservar la consolación, darle seguimiento a las mociones (invitaciones) del Buen Espíritu que me muestra de distintas maneras y enfrentar las tretas (engaños) del Mal Espíritu que pretenden paralizar mi compromiso con el Reino de Dios.
¿Qué hacer ante la consolación?
Ante la consolación del Señor, lo que toca es procurar agradecerla, y pedir que se interiorice en nosotros el impulso que conlleva. Durante la consolación debemos renovar nuestros deseos fundamentales y recordar el amor primero. Tomar fuerzas y prever qué hacer ante una próxima desolación.
¿Qué hacer ante una desolación?
La desolación puede ser una prueba de Dios o puede provenir del Mal Espíritu.
Cuando hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para vivir en la consolación y, sin embargo, sentimos sequedad y vamos perdiendo sentido y rumbo en la vida, podemos decir que es una prueba de Dios. La desolación, como prueba, puede darse por tres causas: por ser negligentes o tibios en la vida del espíritu (oración, examen, discernimiento); para saber cuánto somos sin tanto consuelo espiritual (seguir un compromiso incluso en la sequedad), o para comprender que la consolación es gracia de Dios y nos la entrega cuando a Él así le parece.
Sin embargo, cuando la desolación proviene del Mal Espíritu necesitamos seguir las siguientes recomendaciones:
-No hacer mudanza de los propósitos anteriores.
-Por el contrario, hacer todo lo contario a las invitaciones del Mal Espíritu.
-Platicarlo con algún amigo que pueda ayudarnos, y no enredarnos más.
-Tener paciencia.
-Confianza en que el Señor tiene la última palabra.
-Revisar qué mecanismos personales están facilitando la desolación.
Un reflejo de la disciplina ignaciana será que cada animador juvenil tenga una libreta especial donde pueda escribir el examen de la oración, el examen de conciencia y el discernimiento mensual.
Tomado de redjuvenilignaciana.org/documentos/oracion/6.doc
Hay tres elementos fundamentales en la disciplina ignaciana:
1. La oración
La oración es una disposición interna para descubrir la presencia del Espíritu en nuestra vida y dejarnos conducir por Él, sabiendo que Dios nos guía hacia la vida plena, desde la historia. Hace uso de todos nuestros sentidos para descubrir y experimentar ese Amor presente en todas las cosas. A través de lo que vemos, oímos, olemos, tocamos y sentimos es como Dios se hace presente en nuestro corazón y mueve nuestra voluntad.
Para Ignacio de Loyola, Dios es como un trabajador que se esmera en construir un hogar digno para sus hijos e hijas. Dios es alguien que “labora por mí en todas la cosas creadas” y la oración ignaciana se dirige a disponernos internamente para descubrir y experimentar el Amor del Padre, que trabaja por nuestra plenitud.
Existe una actitud orante y una oración formal. La actitud orante tiene que ver con la contemplación en la acción, el sorprenderte por el amor y la injusticia, estar atento a los signos de los tiempos. La oración formal tiene que ver con un tiempo específico de silencio para establecer un diálogo con Dios y la Historia.
Los pasos fundamentales para realizar una oración formal son:
a) Preparación. En la preparación trato de tranquilizarme. Se puede hacer escuchando música suave, fijando la vista en un objeto de la habitación, mirando por la ventana, sintiendo los latidos del corazón, paseando, etc. A medida que el corazón se va calmando, ir pensando tranquilamente qué voy a hacer. Tengo que tener el material necesario para la oración, un texto bíblico o algún texto espiritual. Y antes de empezar propiamente la oración realizo alguna oración preparatoria donde pido que toda mi vida esté centrada en Jesús.
b) Desarrollo. En este momento realizo mi oración haciendo uso de alguna de las diferentes maneras de orar: contemplación de una palabra, sintiendo a Dios en la respiración, meditación, contemplación, aplicación de los sentidos, repetición, oración sobre la vida. Comienzo por cada uno de los puntos de oración, considerando que la acción de Dios, y por tanto su liberación, abarca toda mi persona: mis pensamientos, los sentidos, la manera de relacionarme con los demás, con Dios, etc. Al final doy gracias a Dios por los frutos recibidos en este momento de oración.
c) Examen de la oración. Realizo una evaluación de mi oración, para ver cómo fue mi preparación, qué frutos tuve de la oración, qué me ha ayudado más, etc. Mucho ayuda hacerlo por escrito.
2. El examen de conciencia
El examen de conciencia consiste en recuperar cómo me fue en el día. No es un momento para juzgar mis actos, sino para tomar conciencia de ellos. El examen puede hacerse mentalmente, pero mucho ayuda hacerlo por escrito. Se recomienda hacerse diario, o por lo menos una vez a la semana, al final de la noche. Los pasos para realizar el examen de conciencia, recomendados por San Ignacio, son los siguientes:
a) Pedir luz y gracia para descubrir a Dios en lo vivido
Sereno mi corazón para compartir lo vivido con un Amigo muy especial. Pido luz para conocer las señales y la acción de Dios en este día. Recuerdo que Jesús dejó su Espíritu para llevar a la creación a su plenitud, y restaurarla al modo del Creador.
b) Agradecer los dones del día
Hago un repaso de lo vivido en el día: actividades, experiencias, encuentros, trabajos, etc. Le doy gracias por todo lo vivido y pienso en qué momentos sentí una mayor cercanía con Jesús. Por lo experimentado internamente es como me puedo dar cuenta de esta cercanía: esperanza, entrega, gratitud, servicio, libertad, etc. Estos movimientos internos vienen acompañados de invitaciones, trata de ubicarlas y agradecerlas.
c) Reconocer fallas (lo que sentí, lo que hice, lo que pensé)
Pienso en los descuidos que no permitieron obtener mayores frutos en el día. Reconozco si hubo alguna insensibilidad ante las necesidades que encontré en el camino. Asumo las fallas en la construcción de la fraternidad y la justicia con los hermanos.
d) Si hubo fallas graves, hacer una oración de perdón
Pido perdón a quienes hoy ofendí. Doy mi perdón a quienes me lastimaron. Me doy a mí mismo el perdón que Jesús me regala.
e) Hacer un propósito para cumplir con su gracia
Si hubo falla grave, veo la manera de corregirla para el día de mañana. Renuevo mi amistad y mi deseo de amar y servir: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Le pido la bendición a María.
3. El Discernimiento de Espíritus
El discernimiento es simplemente “dejarse llevar” por el Espíritu, alcanzar la libertad necesaria para dejarse conducir por Dios con la seguridad de que su modo es el mejor modo para nuestra realización como seres humanos. El discernimiento es descubrir la fuerza de Dios (dinamismo de integración) y del Mal (dinamismo de desintegración) en cada uno de nosotros. Discernir es conocer sus campos, conocer dónde se asientan, conocer las tácticas que utilizan y sobre todo reconocer las reacciones personales ante el buen y el mal impulso.
Discernir no es escoger entre el bien y el mal. Para esto ya están los mandamientos o el sentido común, sino elegir siempre entre dos opciones buenas, entre un medio y otro medio más eficaz. Discernir es estar con la mirada puesta en Cristo Jesús que muere y resucita y que me llama a colaborar con su tarea, pero dentro de su propia lógica: la muerte que trae vida.
El discernimiento no es para deducir la Voluntad de Dios y sus proyectos para mí, hoy. Más bien, el discernimiento nos dispone a reconocer en nuestros deseos y aspiraciones, aquéllos que pueden atribuirse a Dios. Más aún, el discernimiento nos prepara a dar una respuesta personal e inédita a los llamamientos del Evangelio, del Reino de Dios. Por tanto, el discernimiento es crear “nuestra” respuesta –mía y de Dios-; es la creación común. El discernimiento nos aclara que no hay una voluntad particular preestablecida para cada uno, sino una respuesta personal al deseo de Dios.
Dinámicas internas
El Buen Espíritu o dinámica de integración: proceso de humanización.
El Mal Espíritu o dinámica de desintegración: proceso de deshumanización.
Los impulsos que surgen del Buen Espíritu los denominamos “mociones” y con ello significamos todo lo que lleva hacia Dios y su Reino. Las mociones son claridades o certezas que nos dejan con esperanza y muestran el paso a dar en el seguimiento de Jesús. Por el contrario, denominamos “treta” todo aquello que nos orienta en sentido opuesto: apartarnos de Dios y de su reinado. Las tretas normalmente provienen de cosas buenas, pero que a la larga nos disminuyen en el seguimiento de Jesús.
Estados Espirituales
Estos impulsos se vehiculan o se expresan en dos estados básicos: la consolación y la desolación.
La Consolación: es un estado de ánimo que me saca de mí mismo, me hace contemplar como parte de un mundo; me impulsa a buscar el amor y la justicia junto con otros; me deja un mayor sentido de vida y gusto de vivir; existe una alegría duradera y fuerza para enfrentar las dificultades. La consolación da quietud, fuerza interior, claridad del proyecto de Dios, y una satisfacción profunda.
La Desolación: es un estado de ánimo que me centra en mí mismo, me hace perder el sentido de vida, desvalorizando lo que soy, me deja sumido en una tristeza y desesperanza que me estruja. Tiene alegrías efímeras. La desolación da todo lo contrario a la consolación: oscuridad interior, turbación, inclinación a las cosas superficiales, baja nuestra esperanza, nos hallamos sin amor, con flojera y tibieza.
Las Reglas básicas del discernimiento
Todo discernimiento se puede reducir a saber dar razón a esta doble pregunta:
¿Qué experimento?
¿A dónde me lleva?
El discernimiento consistirá en conservar la consolación, darle seguimiento a las mociones (invitaciones) del Buen Espíritu que me muestra de distintas maneras y enfrentar las tretas (engaños) del Mal Espíritu que pretenden paralizar mi compromiso con el Reino de Dios.
¿Qué hacer ante la consolación?
Ante la consolación del Señor, lo que toca es procurar agradecerla, y pedir que se interiorice en nosotros el impulso que conlleva. Durante la consolación debemos renovar nuestros deseos fundamentales y recordar el amor primero. Tomar fuerzas y prever qué hacer ante una próxima desolación.
¿Qué hacer ante una desolación?
La desolación puede ser una prueba de Dios o puede provenir del Mal Espíritu.
Cuando hemos puesto todo lo que está de nuestra parte para vivir en la consolación y, sin embargo, sentimos sequedad y vamos perdiendo sentido y rumbo en la vida, podemos decir que es una prueba de Dios. La desolación, como prueba, puede darse por tres causas: por ser negligentes o tibios en la vida del espíritu (oración, examen, discernimiento); para saber cuánto somos sin tanto consuelo espiritual (seguir un compromiso incluso en la sequedad), o para comprender que la consolación es gracia de Dios y nos la entrega cuando a Él así le parece.
Sin embargo, cuando la desolación proviene del Mal Espíritu necesitamos seguir las siguientes recomendaciones:
-No hacer mudanza de los propósitos anteriores.
-Por el contrario, hacer todo lo contario a las invitaciones del Mal Espíritu.
-Platicarlo con algún amigo que pueda ayudarnos, y no enredarnos más.
-Tener paciencia.
-Confianza en que el Señor tiene la última palabra.
-Revisar qué mecanismos personales están facilitando la desolación.
Un reflejo de la disciplina ignaciana será que cada animador juvenil tenga una libreta especial donde pueda escribir el examen de la oración, el examen de conciencia y el discernimiento mensual.
Tomado de redjuvenilignaciana.org/documentos/oracion/6.doc
Fraternità Sant'Ignazio di Loyola
Ci sono vari ordini religiosi legati alla “Messa in latino”, appartenenti a varie spiritualità: benedettina, francescana, carmelitana, domenicana, ecc. Si sente molto la mancanza di un ordine religioso tradizionale legato al carisma di Sant'Ignazio di Loyola, l'eroico fondatore della Compagnia di Gesù. Il compianto Cardinale Alfredo Ottaviani scriveva nel suo diario personale: “se non gesuita per voto, almeno bisogna essere gesuiti nel cuore per fare un po' di bene.” Come non dargli ragione? C'è da sperare che il Signore faccia sorgere una “Fraternità Sant'Ignazio di Loyola” che coniughi la spiritualità gesuita con la liturgia tradizionale.
Che cosa intendo per “spirito gesuitico”? Nient'altro che lo stile di vita di Sant'Ignazio e dei santi della Compagnia di Gesù: zelo ardente per la salvezza delle anime e per la maggior gloria di Dio, povertà, devozione mariana, studio continuo della Teologia Morale e delle altre scienze sacre, direzione spirituale, disciplina “militare”, vita ascetica, spirito combattivo nella lotta contro gli errori che infestano il mondo, apostolato tra la gioventù, missioni nelle terre popolate dagli infedeli, ecc.
Così come gli antichi gesuiti furono uno strumento provvidenziale nelle mani di Dio per arginare la dilagante eresia luterana, i “nuovi gesuiti” saranno un baluardo nella titanica lotta contro la pestifera eresia modernista. Ma noi poveri fedeli laici, che altro possiamo fare se non pregare il Padrone della messe affinché susciti qualcuno che costituisca questa nuova milizia? Chissà se prima di morire avremo la gioia di veder nascere un nuovo ordine religioso di questo stampo.
Tomado de http://cordialiter.blogspot.com/2010/09/fraternita-santignazio-di-loyola.html
domingo, 5 de mayo de 2013
enlace a mi página web
lunes, 18 de febrero de 2013
Tomáš Špidlík, SJ (17 de diciembre de 1919 – 16 de abril de 2010)
Su larga vida y su singular camino de fe testimonian que es Dios quien guía a los que se ponen en sus manos. Pero el cardenal Spidlík también ha recorrido un rico itinerario de pensamiento, comunicando siempre con ardor y profunda convicción que el centro de toda la Revelación es un Dios Tripersonal y que, por consiguiente, el hombre creado a su imagen es esencialmente un misterio de libertad y de amor, que se realiza en la comunión: la manera de ser de Dios. Esta comunión no existe por sí misma, sino que procede —como no se cansa de afirmar el Oriente cristiano— de las Personas divinas que se aman libremente. La libertad y el amor, elementos constitutivos de la persona, no se pueden aferrar mediante las categorías racionales, por lo que no se puede comprender a la persona si no es en el misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y en la comunión con él, que se convierte en acogida de la "divino-humanidad" también en nuestra existencia. Fiel a este principio, el cardenal Spidlík ha entretejido a lo largo de los años una visión teológica sagaz y en muchos aspectos original, en la que confluyen orgánicamente el Oriente y el Occidente cristianos, intercambiándose recíprocamente sus dones. Su fundamento es la vida en el Espíritu; el principio del conocimiento: el amor; el estudio: una iniciación a la memoria espiritual; el diálogo con el hombre concreto: un criterio indispensable; y su contexto: el cuerpo siempre vivo de Cristo, que es su Iglesia. Estrechamente vinculada a esta visión teológica está la paternidad espiritual, que el cardenal Spidlík ha ejercido constantemente y sigue ejerciendo. Hoy podríamos decir que en torno a él, en la celebración de los Divinos Misterios, se reúne una "pequeña descendencia" espiritual suya, el "Centro Aletti", que quiere recoger sus preciosas enseñanzas, haciéndolas fructificar con nuevas intuiciones y nuevas investigaciones, también mediante la representación artística.” (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON OCASIÓN DEL 90° CUMPLEAÑOS DEL CARDENAL TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.)
Unas de las últimas palabras pronunciadas por el difunto cardenal Špidlík fueron estas: «Durante toda la vida he buscado el rostro de Jesús, y ahora estoy feliz y sereno porque me voy a verlo». Este estupendo pensamiento —tan sencillo, casi infantil en su expresión y, sin embargo, tan profundo y verdadero— remite inmediatamente a la oración de Jesús, que resonó hace poco en el Evangelio: «Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado; porque me has amado antes de la creación del mundo» (Jn 17, 24). Es hermoso y consolador meditar esta correspondencia entre el deseo del hombre, que aspira a ver el rostro del Señor, y el deseo del propio Jesús. En realidad, la de Cristo es mucho más que una aspiración: es una voluntad. Jesús dice al Padre: «Los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo». Es precisamente aquí, en esta voluntad, donde encontramos la «roca», el fundamento sólido para creer y esperar. ¡Qué inmenso don escuchar esta voluntad de Dios de sus propios labios! Pienso que los grandes hombres de fe viven inmersos en esta gracia, tienen el don de percibir con especial fuerza esta verdad, y así pueden afrontar también duras pruebas, como hizo el padre Tomáš Špidlík, sin perder la confianza, más aún, conservando un vivo sentido del humor, que ciertamente es una señal de inteligencia pero también de libertad interior. Bajo este aspecto, era evidente la semejanza entre nuestro amado cardenal y el venerable Juan Pablo II: ambos solían tener salidas ingeniosas o hacer bromas, aunque durante su juventud habían vivido experiencias personales difíciles y, en ciertos aspectos, parecidas. La Providencia hizo que se encontraran y colaboraran por el bien de la Iglesia, especialmente para que aprenda a respirar plenamente «con sus dos pulmones», como le gustaba decir al Papa eslavo. Esta libertad y presencia de espíritu tiene su fundamento objetivo en la resurrección de Cristo. Me complace subrayarlo porque nos encontramos en el tiempo litúrgico pascual y porque lo sugieren la primera y la segunda lectura bíblica de esta celebración. En su primera predicación, el día de Pentecostés, san Pedro, lleno de Espíritu Santo, anuncia que en Jesucristo se cumple el salmo 16. La esperanza y la alegría de Jesús resucitado son también la esperanza y la alegría de sus amigos, gracias a la acción del Espíritu Santo. Lo demostraba habitualmente el padre Špidlík con su manera de vivir, y con el paso de los años este testimonio suyo era cada vez más elocuente, porque, pese a su avanzada edad y a los inevitables achaques, su espíritu permanecía lozano y juvenil. «Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas» (1 P 1, 3.6). También aquí se manifiesta claramente que la esperanza y la alegría son realidades teologales que emanan del misterio de la resurrección de Cristo y del don de su Espíritu. Podríamos decir que el Espíritu Santo las toma del corazón de Cristo resucitado y las infunde en el corazón de sus amigos. He querido introducir la imagen del «corazón» porque, como muchos de vosotros sabéis, el padre Špidlík la eligió para el lema de su escudo cardenalicio: Ex toto corde, «con todo el corazón». Esta expresión se encuentra en el libro del Deuteronomio, dentro del primer y fundamental mandamiento de la ley, donde Moisés dice al pueblo: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 4-5). Así pues, «con todo el corazón» —ex toto corde—, se refiere al modo como Israel debe amar a su Dios. Jesús confirma la primacía de este mandamiento, al que acompaña el del amor al prójimo, afirmando que es «semejante» al primero y que de ambos dependen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22, 37-39). Al elegir este lema, nuestro venerado hermano, por decirlo así, puso su vida dentro del mandamiento del amor, la inscribió por completo en el primado de Dios y de la caridad. Hay otro aspecto, un significado más de la expresión ex toto corde, que seguramente el padre Špidlík tenía presente y quería manifestar con su lema. También a partir de la raíz bíblica, en la espiritualidad oriental el símbolo del corazón representa la sede de la oración, del encuentro entre el hombre y Dios, pero también con los demás hombres y con el cosmos. Y aquí es preciso recordar que en el escudo del cardenal Špidlík el corazón, que destaca en el escudo, contiene una cruz en cuyos brazos se entrecruzan las palabras PHOS y ZOE, «luz» y «vida», que son nombres de Dios. Por consiguiente, el hombre que acoge plenamente, ex toto corde, el amor de Dios, acoge la luz y la vida, y se convierte a su vez en luz y vida en la humanidad y en el universo. Pero, ¿quién es este hombre? ¿Quién es este «corazón» del mundo, sino Jesucristo? Él es la Luz y la Vida, porque en él «reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). Y aquí me complace recordar que nuestro difunto hermano fue miembro de la Compañía de Jesús, es decir, hijo espiritual de san Ignacio, el cual pone en el centro de la fe y de la espiritualidad la contemplación de Dios en el misterio de Cristo. En este símbolo del corazón coinciden Oriente y Occidente, no en un sentido de devoción sino profundamente cristológico, como pusieron de relieve otros teólogos jesuitas del siglo pasado. Y Cristo, figura central de la Revelación, es también el principio formal del arte cristiano, un ámbito en el cual el padre Špidlík fue un gran maestro, inspirador de ideas y de proyectos expresivos que han encontrado una síntesis importante en la capilla Redemptoris Mater del palacio apostólico. (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA CAPILLA PAPAL PARA LAS EXEQUIAS DEL CARDENALE TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.)
Tomás Spidlík ha sido maestro de generaciones de estudiantes en muchas universidades, entre ellas la Gregoriana y el Instituto Pontificio Oriental donde enseñó durante más de cuarenta años. Nació en 1919 en Boskovice, Moravia, vive y trabaja desde 1991 en el Centro Ezio Aletti, una casa de la Compañía de Jesús donde se estudia la tradición del Oriente cristiano en su relación con el mundo contemporáneo y donde se promueve la convivencia entre ortodoxos y católicos de rito latino y oriental. La obra del padre jesuita Spidlík, creado cardenal en el último consistorio, es fruto de años y años de diligente investigación y reflexión, unidas a una gran sensibilidad artística por la cultura contemporánea. Estos dones propios el padre Spidlík los ha difundido ampliamente, introduciendo, como pionero, en la espiritualidad y en la teología orientales.
«La gran renovación en Oriente tuvo lugar entre los siglos XIX y XX con la llamada “oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Es una oración análoga a la del rosario latino. Y yo, cuando hablo del rosario, digo siempre que hay que aprender a rezarlo como se reza en Oriente la oración de Jesús».
Serafino de Sarov era un hombre sencillo que repetía incesantemente una oración sencilla: «Dios mío, ten piedad de mí, pecador»; y a la gente, que cada vez más numerosa, iba a pedirle consejos, él, viejo y con una sonrisa «incomprensiblemente radiosa» –como se lee en sus biografías–, tras recibirla con un saludo pascual –«¡Buenos días, alegría mía! ¡Cristo ha resucitado!»–, aconsejaba las prácticas más sencillas: la oración, la contrición, la comunión frecuente, el temor de Dios, el perdón de las ofensas, las obras de misericordia.
En Occidente la mentalidad técnica ha llevado al racionalismo y, como reacción, ha aparecido lo contrario: la espiritualidad irracional. Al final el Papa ha tenido que escribir una encíclica sobre el uso sano de la razón. La espiritualidad del corazón debe ser un remedio, una medicina contra ese racionalismo que lleva al irracionalismo. He tenido que luchar mucho sobre la noción de corazón, sobre la plegaria del corazón. Al principio, esta noción encontró algunas dificultades en estos hombres racionales.
El arte que se manifiesta en los iconos, en la imagen sagrada y en la liturgia. Cuando se enseña la doctrina sólo con los conceptos racionales, evidentemente el misterio es muy limitado. En cambio, el símbolo mantiene la plena riqueza de significados. No hay que entender el símbolo como atributo decorativo. La palabra símbolo hay que entenderla a la letra, como signo visible e inmediatamente perceptible de la realidad que indica. Por eso Jesús habló siempre con parábolas, con símbolos; y la liturgia oriental está llena de símbolos, es un icono vivo. «Vivimos en la época de la imagen y la gente no sabe leer las imágenes que expresan lo espiritual». Tenemos que aprender de los iconos, no imitarlos servilmente, sino dejarnos inspirar por ellos para hacer algo muy parecido. Ahora bien, respirar con dos pulmones no significa discutir sobre cuál es el mejor, si el occidental o el oriental, sino saber lo que según ciertos aspectos es mejor en Oriente o en Occidente.
Los antiguos concilios escribían: símbolo de fe. El hombre moderno dice: definición de fe. No es lo mismo. El Credo no es la definición de la fe, el Credo es el símbolo de la fe; y en este símbolo yo debo comprender mi propia fe. Además, yo digo que, en cierto sentido, hemos falsificado el Credo. No con el Filioque, sino con una coma, porque decimos: «Credo in unum Deum» coma, y luego «Patrem omnipotentem». En aquellos tiempos no había ateos, pero el primer artículo de fe era «creo en un sólo Dios Padre» Yo creo que Dios es padre, esta es la profesión de fe, la paternidad, y con el padre se habla. «Credo in unum Deum» en sí puede también significar otra cosa, porque puedo creer también que Dios es una idea o una ley del mundo. En cambio, la verdad cristiana es «creo que Dios es padre». Así pues, la primera fuente es la oración al Padre.
Meditando el Rosario con Tomás de Kempis
Oración Inicial
¡Oh, Luz perpetua,
que trasciendes sobre toda luz creada!
Envía desde lo alto un rayo resplandeciente
que penetre todo lo secreto de mi corazón.
Amén
MISTERIOS GOZOSOS
I. LA ANUNCIACIÓN DEL ANGEL A MARÍA
Tú, Señor de todo, que de nada necesitas, quisiste habitar entre nosotros...
II LA VISITA DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL
¿...de dónde a mí tanto bien, que tú vengas a mí? ¿Quién soy yo para que te me des a Ti mismo? Tú conoces a tu siervo, y sabes que ningún bien tiene por donde merezca que Tú le hagas este beneficio.
III EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN
Tú eres el Santo de los santos, y yo el más vil de los pecadores. Tú te bajas a mí, que no soy digno de alzar los ojos para mirarte. Tú vienes a mí, Tú quieres estar conmigo...
IV LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO
Señor, Tú sabes lo que es mejor: haz esto o aquello, según te agrade. Da lo que quieras, cuanto quieras, cuando quieras. Ponme donde quieras y dispón de mí libremente en todo. En tus manos estoy.....Ve, aquí, a tu siervo dispuesto a todo; porque no deseo, Señor, vivir para mí, sino para Ti.
V JESÚS PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO
Si en todo buscas a Jesús, hallarás de verdad a Jesús; mas si te buscas a ti mismo, también te hallarás, pero para tu daño. Pues más se daña el hombre a sí mismo si no busca a Jesús, que lo que el mundo y todos sus enemigos le puedan dañar.
MISTERIOS LUMINOSOS
I EL BAUTISMO DE JESÚS EN EL RÍO JORDÁN.
Derrama de lo alto Tu gracia; riega mi corazón con el rocío celestial, concédeme las aguas de la devoción para regar la superficie de la tierra, y produzca fruto bueno y perfecto.
II LA AUTORREVELACIÓN DE JESÚS EN LAS BODAS DE CANÁ.
Si a Cristo tuvieres, estarás rico y te bastará. El será tu fiel procurador y te proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.
III EL ANUNCIO DEL REINO INVITANDO A LA CONVERSIÓN.
Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y verás que se viene a ti el Reino de Dios. Pues el Reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo. Si le preparas digna morada interiormente, Cristo vendrá a ti y te mostrará su consolación.
IV LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
Así como el hierro metido en el fuego pierde el orín y se pone todo resplandeciente, así el hombre que enteramente se convierte a Dios se desentorpece y muda en nuevo hombre.
V LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.
Gracias a Ti, buen Jesús, pastor eterno, que te dignaste recrearnos a nosotros, pobres y desterrados, con tu precioso Cuerpo y Sangre; y convidarnos con palabras de tu propia boca a recibir estos misterios, diciendo: “Venid a Mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os aliviaré”.
MISTERIOS DOLOROSOS
I LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ
A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo; y lo que es peor, muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta que Dios quiera. Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El y te hagas más humilde en la tribulación.
II LA FLAGELACIÓN
No es según la inclinación humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerle en servidumbre, huir las honras, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo y desear ser despreciado, sufrir todo lo adverso y dañoso.....Más si confías en Dios, El te enviará fortaleza del cielo y hará que te estén sujetos el mundo y la carne.
III LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se robustece el espíritu por la gracia interior.
IV LA VÍA DE LA CRUZ
No está la salud del alma ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. Mira que todo consiste en la cruz y todo está en morir en ella.
V LA MUERTE DE JESÚS
En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa contra los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad.
MISTERIOS GLORIOSOS
I LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR
No tienes aquí domicilio permanente, y dondequiera que estuvieres serás extraño y peregrino; y no tendrás nunca reposo sin no estuvieres unido con Cristo. ¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso?
II LA ASCENCIÓN DE JESÚS AL CIELO
¡Oh, Buen Jesús! ¡Cuándo estaré para verte! ¡Cuándo contemplaré la gloria de tu Reino! ¡Cuando me serás todo en todas las cosas! ¡Cuándo estaré contigo en tu Reino, el cual preparaste desde la eternidad para tus escogidos!
III LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO
Alégrate alma mía, y da gracias a Dios por don tan excelente y consuelo tan singular que te fué dejado en este valle de lágrimas.
IV LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO
En los cielos debe ser tu morada....
V LA CORONACIÓN DE MARÍA COMO REINA DE TODO LO CREADO
Ella es mi fortaleza, ella me da consejo y favor. Más poderosa es que todos los enemigos y más sabia que todos los sabios.
CONCLUSIÓN
Oración final
Dame, Señor, sabiduría celestial
para que aprenda a buscarte, hallarte, gustarte y amarte
sobre todas las cosas.
Gracias sean dadas a Ti, de quien viene todo.
Amén.
Tomado de BOLETIN DEL ROSARIO Año II - Nº 20, abril de 2007
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