Per Matrem et Magistram ad cor Filii

Per Matrem et Magistram ad cor Filii
Recibamos en nuestros hogares a la Virgen Peregrina, Madre de la Providencia y Madre de Misericordia

lunes, 18 de febrero de 2013

Tomáš Špidlík, SJ (17 de diciembre de 1919 – 16 de abril de 2010)

Su larga vida y su singular camino de fe testimonian que es Dios quien guía a los que se ponen en sus manos. Pero el cardenal Spidlík también ha recorrido un rico itinerario de pensamiento, comunicando siempre con ardor y profunda convicción que el centro de toda la Revelación es un Dios Tripersonal y que, por consiguiente, el hombre creado a su imagen es esencialmente un misterio de libertad y de amor, que se realiza en la comunión: la manera de ser de Dios. Esta comunión no existe por sí misma, sino que procede —como no se cansa de afirmar el Oriente cristiano— de las Personas divinas que se aman libremente. La libertad y el amor, elementos constitutivos de la persona, no se pueden aferrar mediante las categorías racionales, por lo que no se puede comprender a la persona si no es en el misterio de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y en la comunión con él, que se convierte en acogida de la "divino-humanidad" también en nuestra existencia. Fiel a este principio, el cardenal Spidlík ha entretejido a lo largo de los años una visión teológica sagaz y en muchos aspectos original, en la que confluyen orgánicamente el Oriente y el Occidente cristianos, intercambiándose recíprocamente sus dones. Su fundamento es la vida en el Espíritu; el principio del conocimiento: el amor; el estudio: una iniciación a la memoria espiritual; el diálogo con el hombre concreto: un criterio indispensable; y su contexto: el cuerpo siempre vivo de Cristo, que es su Iglesia. Estrechamente vinculada a esta visión teológica está la paternidad espiritual, que el cardenal Spidlík ha ejercido constantemente y sigue ejerciendo. Hoy podríamos decir que en torno a él, en la celebración de los Divinos Misterios, se reúne una "pequeña descendencia" espiritual suya, el "Centro Aletti", que quiere recoger sus preciosas enseñanzas, haciéndolas fructificar con nuevas intuiciones y nuevas investigaciones, también mediante la representación artística.” (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON OCASIÓN DEL 90° CUMPLEAÑOS DEL CARDENAL TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.) Unas de las últimas palabras pronunciadas por el difunto cardenal Špidlík fueron estas: «Durante toda la vida he buscado el rostro de Jesús, y ahora estoy feliz y sereno porque me voy a verlo». Este estupendo pensamiento —tan sencillo, casi infantil en su expresión y, sin embargo, tan profundo y verdadero— remite inmediatamente a la oración de Jesús, que resonó hace poco en el Evangelio: «Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado; porque me has amado antes de la creación del mundo» (Jn 17, 24). Es hermoso y consolador meditar esta correspondencia entre el deseo del hombre, que aspira a ver el rostro del Señor, y el deseo del propio Jesús. En realidad, la de Cristo es mucho más que una aspiración: es una voluntad. Jesús dice al Padre: «Los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo». Es precisamente aquí, en esta voluntad, donde encontramos la «roca», el fundamento sólido para creer y esperar. ¡Qué inmenso don escuchar esta voluntad de Dios de sus propios labios! Pienso que los grandes hombres de fe viven inmersos en esta gracia, tienen el don de percibir con especial fuerza esta verdad, y así pueden afrontar también duras pruebas, como hizo el padre Tomáš Špidlík, sin perder la confianza, más aún, conservando un vivo sentido del humor, que ciertamente es una señal de inteligencia pero también de libertad interior. Bajo este aspecto, era evidente la semejanza entre nuestro amado cardenal y el venerable Juan Pablo II: ambos solían tener salidas ingeniosas o hacer bromas, aunque durante su juventud habían vivido experiencias personales difíciles y, en ciertos aspectos, parecidas. La Providencia hizo que se encontraran y colaboraran por el bien de la Iglesia, especialmente para que aprenda a respirar plenamente «con sus dos pulmones», como le gustaba decir al Papa eslavo. Esta libertad y presencia de espíritu tiene su fundamento objetivo en la resurrección de Cristo. Me complace subrayarlo porque nos encontramos en el tiempo litúrgico pascual y porque lo sugieren la primera y la segunda lectura bíblica de esta celebración. En su primera predicación, el día de Pentecostés, san Pedro, lleno de Espíritu Santo, anuncia que en Jesucristo se cumple el salmo 16. La esperanza y la alegría de Jesús resucitado son también la esperanza y la alegría de sus amigos, gracias a la acción del Espíritu Santo. Lo demostraba habitualmente el padre Špidlík con su manera de vivir, y con el paso de los años este testimonio suyo era cada vez más elocuente, porque, pese a su avanzada edad y a los inevitables achaques, su espíritu permanecía lozano y juvenil. «Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas» (1 P 1, 3.6). También aquí se manifiesta claramente que la esperanza y la alegría son realidades teologales que emanan del misterio de la resurrección de Cristo y del don de su Espíritu. Podríamos decir que el Espíritu Santo las toma del corazón de Cristo resucitado y las infunde en el corazón de sus amigos. He querido introducir la imagen del «corazón» porque, como muchos de vosotros sabéis, el padre Špidlík la eligió para el lema de su escudo cardenalicio: Ex toto corde, «con todo el corazón». Esta expresión se encuentra en el libro del Deuteronomio, dentro del primer y fundamental mandamiento de la ley, donde Moisés dice al pueblo: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6, 4-5). Así pues, «con todo el corazón» —ex toto corde—, se refiere al modo como Israel debe amar a su Dios. Jesús confirma la primacía de este mandamiento, al que acompaña el del amor al prójimo, afirmando que es «semejante» al primero y que de ambos dependen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22, 37-39). Al elegir este lema, nuestro venerado hermano, por decirlo así, puso su vida dentro del mandamiento del amor, la inscribió por completo en el primado de Dios y de la caridad. Hay otro aspecto, un significado más de la expresión ex toto corde, que seguramente el padre Špidlík tenía presente y quería manifestar con su lema. También a partir de la raíz bíblica, en la espiritualidad oriental el símbolo del corazón representa la sede de la oración, del encuentro entre el hombre y Dios, pero también con los demás hombres y con el cosmos. Y aquí es preciso recordar que en el escudo del cardenal Špidlík el corazón, que destaca en el escudo, contiene una cruz en cuyos brazos se entrecruzan las palabras PHOS y ZOE, «luz» y «vida», que son nombres de Dios. Por consiguiente, el hombre que acoge plenamente, ex toto corde, el amor de Dios, acoge la luz y la vida, y se convierte a su vez en luz y vida en la humanidad y en el universo. Pero, ¿quién es este hombre? ¿Quién es este «corazón» del mundo, sino Jesucristo? Él es la Luz y la Vida, porque en él «reside corporalmente toda la plenitud de la divinidad» (Col 2, 9). Y aquí me complace recordar que nuestro difunto hermano fue miembro de la Compañía de Jesús, es decir, hijo espiritual de san Ignacio, el cual pone en el centro de la fe y de la espiritualidad la contemplación de Dios en el misterio de Cristo. En este símbolo del corazón coinciden Oriente y Occidente, no en un sentido de devoción sino profundamente cristológico, como pusieron de relieve otros teólogos jesuitas del siglo pasado. Y Cristo, figura central de la Revelación, es también el principio formal del arte cristiano, un ámbito en el cual el padre Špidlík fue un gran maestro, inspirador de ideas y de proyectos expresivos que han encontrado una síntesis importante en la capilla Redemptoris Mater del palacio apostólico. (HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA CAPILLA PAPAL PARA LAS EXEQUIAS DEL CARDENALE TOMÁŠ ŠPIDLÍK, S.J.) Tomás Spidlík ha sido maestro de generaciones de estudiantes en muchas universidades, entre ellas la Gregoriana y el Instituto Pontificio Oriental donde enseñó durante más de cuarenta años. Nació en 1919 en Boskovice, Moravia, vive y trabaja desde 1991 en el Centro Ezio Aletti, una casa de la Compañía de Jesús donde se estudia la tradición del Oriente cristiano en su relación con el mundo contemporáneo y donde se promueve la convivencia entre ortodoxos y católicos de rito latino y oriental. La obra del padre jesuita Spidlík, creado cardenal en el último consistorio, es fruto de años y años de diligente investigación y reflexión, unidas a una gran sensibilidad artística por la cultura contemporánea. Estos dones propios el padre Spidlík los ha difundido ampliamente, introduciendo, como pionero, en la espiritualidad y en la teología orientales. «La gran renovación en Oriente tuvo lugar entre los siglos XIX y XX con la llamada “oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Es una oración análoga a la del rosario latino. Y yo, cuando hablo del rosario, digo siempre que hay que aprender a rezarlo como se reza en Oriente la oración de Jesús». Serafino de Sarov era un hombre sencillo que repetía incesantemente una oración sencilla: «Dios mío, ten piedad de mí, pecador»; y a la gente, que cada vez más numerosa, iba a pedirle consejos, él, viejo y con una sonrisa «incomprensiblemente radiosa» –como se lee en sus biografías–, tras recibirla con un saludo pascual –«¡Buenos días, alegría mía! ¡Cristo ha resucitado!»–, aconsejaba las prácticas más sencillas: la oración, la contrición, la comunión frecuente, el temor de Dios, el perdón de las ofensas, las obras de misericordia. En Occidente la mentalidad técnica ha llevado al racionalismo y, como reacción, ha aparecido lo contrario: la espiritualidad irracional. Al final el Papa ha tenido que escribir una encíclica sobre el uso sano de la razón. La espiritualidad del corazón debe ser un remedio, una medicina contra ese racionalismo que lleva al irracionalismo. He tenido que luchar mucho sobre la noción de corazón, sobre la plegaria del corazón. Al principio, esta noción encontró algunas dificultades en estos hombres racionales. El arte que se manifiesta en los iconos, en la imagen sagrada y en la liturgia. Cuando se enseña la doctrina sólo con los conceptos racionales, evidentemente el misterio es muy limitado. En cambio, el símbolo mantiene la plena riqueza de significados. No hay que entender el símbolo como atributo decorativo. La palabra símbolo hay que entenderla a la letra, como signo visible e inmediatamente perceptible de la realidad que indica. Por eso Jesús habló siempre con parábolas, con símbolos; y la liturgia oriental está llena de símbolos, es un icono vivo. «Vivimos en la época de la imagen y la gente no sabe leer las imágenes que expresan lo espiritual». Tenemos que aprender de los iconos, no imitarlos servilmente, sino dejarnos inspirar por ellos para hacer algo muy parecido. Ahora bien, respirar con dos pulmones no significa discutir sobre cuál es el mejor, si el occidental o el oriental, sino saber lo que según ciertos aspectos es mejor en Oriente o en Occidente. Los antiguos concilios escribían: símbolo de fe. El hombre moderno dice: definición de fe. No es lo mismo. El Credo no es la definición de la fe, el Credo es el símbolo de la fe; y en este símbolo yo debo comprender mi propia fe. Además, yo digo que, en cierto sentido, hemos falsificado el Credo. No con el Filioque, sino con una coma, porque decimos: «Credo in unum Deum» coma, y luego «Patrem omnipotentem». En aquellos tiempos no había ateos, pero el primer artículo de fe era «creo en un sólo Dios Padre» Yo creo que Dios es padre, esta es la profesión de fe, la paternidad, y con el padre se habla. «Credo in unum Deum» en sí puede también significar otra cosa, porque puedo creer también que Dios es una idea o una ley del mundo. En cambio, la verdad cristiana es «creo que Dios es padre». Así pues, la primera fuente es la oración al Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario