Per Matrem et Magistram ad cor Filii

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Recibamos en nuestros hogares a la Virgen Peregrina, Madre de la Providencia y Madre de Misericordia

sábado, 28 de noviembre de 2009

Fraternitas Sacerdotalis Sancti Pii X

Fraternitas Sacerdotalis Sancti Pii X
Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Fundador Arzobispo Marcel-François Lefebvre, C.S.Sp. (1970) CREDIDIMUS CARITATI
 

Blason de Mgr Marcel Lefebvre
Superiores Generales
Marcel-François Lefebvre C.S.Sp. (1970-1982)

Franz Schmidberger S.S.P.X. (1982-1994)

Bernard Fellay S.S.P.X. (1994-ad multos)

OBISPOS DE LA TRADICIÓN
Mons. Bernard Fellay (FSSPX) Superior General
SPES NOSTRA
(Suiza, 1958)


Mons. Bernard Tissier de Mallerais (FSSPX)
PAS CHRISTI REGIS
(Francia, 1945)


Mons. Richard  Nelson Williamson (FSSPX)
FIDELIS INVENIATUR
(Reino Unido, 1940)

Blason épiscopal de Mgr Williamson, Bishop Richard Williamson coat of arms
Mons. Alfonso Ruiz de Galarreta (FSSPX)
OMNIA PER MARIAM
(España, 1957)
 






Les 3+1 Évêques de la FSSPX








Saint Pope Pius X

(1903-1914)

(Giuseppe Melchiorre Sarto (1835-1914))

OMNIA INSTAURARE IN CHRISTO

 

RESPUESTAS A PREGUNTAS RECURRENTES RELATIVAS
A LA FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X
¿Es verdad lo del “cisma”? ¿Estamos excomulgados? 
¿Rechazamos el Concilio Vaticano II? 
¿Podemos invocar el Motu Proprio del Papa Benedicto XVI? 
Estas son las preguntas que se nos plantean de modo recurrente 
y a las cuales deseamos responder a través de este documento.

¿Es verdad que la “Fraternidad San Pío X” ha nacido en razón del cisma ocurrido en 1988 entre Mons. Lefebvre y la Santa Sede? 

La Fraternidad San Pío X ha sido fundada en 1970 y sus estatutos fueron aprobados el 1º de noviembre de ese mismo año por Monseñor Charrière, Obispo de Friburgo (Suiza). Al igual que toda otra congregación, la Fraternidad San Pío X ha nacido como congregación de derecho diocesano. Su fundación no data de 1988 y no está ligada a ninguna sospecha de ilegalidad. 

En virtud de su presencia en los cinco continentes, hoy debería gozar del rango de congregación de derecho pontificio, lo cual no es el caso. Ese es uno de los temas de las conversaciones con Roma desde el año 2001.

¿Reconocen ustedes al Papa?

Nosotros siempre hemos reconocido al Papa, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI. El hecho de plantear objeciones sobre ciertos puntos vinculados a la enseñanza de siempre de la Iglesia no implica un rechazo de su autoridad o de su función pontificia; porque en ese caso habría que afirmar que una buena parte del episcopado francés y alemán sería cismática por no compartir la visión de las cosas que tiene el Papa. ¿Acaso algunos Obispos franceses no fueron a Roma para oponerse a la voluntad del Papa Benedicto XVI de reconocer la Misa tradicional? ¿Acaso algunos Obispos de Alemania no publicaron un documento justificando que los divorciados vueltos a casar pudiesen comulgar, y ello contra la voluntad del Papa? El Papa Juan Pablo II pidió a los sacerdotes y religiosos que volviesen a vestir el hábito eclesiástico y no fue oído. Podríamos citar muchos otros casos de desobediencia de hecho que, con todo, no implican un rechazo de la función pontificia.

Un cisma consiste en rechazar la autoridad del Papa y crear su propia Igleisa. Ese no es nuestro caso. Nuestros sacerdotes mencionan al Papa en el canon de la Misa que celebran día a día, lo mismo que el del obispo en cuya diócesis residen. Rezamos públicamente por el Papa cada vez que se expone el Santísimo Sacramento. Por lo demás, los miembros de la Fraternidad San Pío X que no reconocen públicamente a Benedicto XVI (y a sus predecesores) como Papa son excluidos de la congregación.

¿Por qué, entonces, se dice que ustedes son cismáticos? 

Es una calumnia en boca de quienes no nos quieren. Sin embargo, carece de fundamento y es contradicha por los hechos ya que nosotros no hemos inventado una Iglesia paralela. Ademas, Roma así lo admite y no nos acusa de ser cismáticos. Lo único que explica aquella afirmación es el desconocimiento de todo lo que envuelve nuestra cuestión.

Así, pues, todo está en orden… ¡Pero Uds fueron excomulgados!

Excomunión no es sinónimo de cisma. Son términos jurídicos precisos que no deben ser confundidos. Cismático es quien rechaza la autoridad y la función pontificia. Excomulgado es quien recibe una reprimenda por haber infringido una regla importante del derecho canónico. 

El Papa Juan Pablo II no recurrió al a excomunión más que una vez en toda su vida: en 1988, en relación a Monseñor Lefebvre, Monseñor de Castro Mayer y los cuatro Obispos consagrados. Por tanto, seis son las personas que han sido excomulgadas. En cambio, ni los sacerdotes ni los fieles lo están.

Es claro que uno podría cuestionarse acerca de la conveniencia de emplear esta medida represiva, considerando que desde hace treinta años algunos Obispos y sacerdotes enseñan verdaderas herejías en la Iglesia, y se permiten cosas que en ocasiones son contrarias a la fe, y todo eso sin que jamás se les haya dicho nada… 

¿Cree Ud. que la excomunión de los seis Obispos es injusta?

Reparemos en lo que dice el derecho canónico: la excomunión de un obispo que consagrase otro obispo sin mandato apostólico es una medida relativamente reciente en la historia de la Iglesia. Data de época de Pío XII (1938-1959). Debido a la creación de la “Iglesia Patriótica China”, bajo la égida del gobierno comunista, el Papa Pío XII quiso poner un coto para evitar la creación de otras Iglesias nacionales. Eso explica el carácter de medida represiva grave. Esa es la intención del legislador y el espíritu de esta ley. 

Ahora bien, en el caso de Monseñor Lefebvre, jamás se le pasó por la mente crear una Iglesia paralela. No consagró cuatro Obispos sino para preservar el sacerdocio y la Misa tradicional, adelantándose en eso a la voluntad del Papa, que acaba de reconocer su plena legitimidad y su necesidad para fecundar —en su perspectiva— el nuevo rito.

En 1988, dada la hostilidad de que era objeto la Fraternidad San Pío X, no había ningún obispo dispuesto a ordenar los 250 seminaristas que se preparaban al sacerdocio en los seis seminarios de la congregación. Los Obispos de la Fraternidad no tienen jurisdicción; se limitan a administrar los sacramentos: ese es el límite de su misión canónica. Obedecen al Superior General, el cual es elegido de manera regular y conforme a los estatutos de la congregación oficialmente aprobados por la Iglesia. 

Esta ausencia de voluntad cismática de que ha dado pruebas la Fraternidad San Pío X a lo largo de veinte años ha sido reconocida por Roma, que hoy mismo está discutiendo la posibilidad de levantar las excomuniones. 

Monseñor Bouilleret, Obispo de Amiens, invoca al Padre Jean-Paul Durand, el cual parece decir que Uds. son cismáticos. El Padre Durand es una voz “autorisée”. ¿Qué dice Ud.?

Bien se dice que el Padre Durand “parece decir”, porque la cita de Monseñor Bouilleret es incompleta y casi incomprensible. Sin embargo, vista en conjunto, parece decir que somos cismáticos. El Padre Durand es consultor del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos. Uno podría oponerle otras afirmaciones hechas por personas más autorizadas que él, es decir, que detentan otros cargos de mayor responsabilidad. Así, a título de ejemplo: 

• En una entrevista dada al diario italiano “30 Giorni” en septiembre de 2005, el Cardenal Castrillón Hoyos, entonces Prefecto de la Congregación para el Clero (y hoy Presidente de la Comisión Ecclesia Dei) afirmó que “Monseñor Lefebvre persistió en su voluntad de consagrar obispos y eso ha creado consecuentemente una situación de apartamiento, no obstante lo cual no se trata formalmente de un cisma”. El 13 de noviembre del mismo año y en la televisión italiana TV Canal 5, agregaba que “no estamos ante una herejía. No se puede decir en términos correctos, exactos y precisos que haya un cisma (…) Están dentro de la Iglesia. Sólo existe el hecho de faltar una comunión más plena y perfecta, porque esa comunión ya existe”. 

• El 28 de junio de 1993, el Vaticano revoca un decreto del 1 de julio de 1988 y declara que la acusación de cisma a la Fraternidad San Pío X carece de fundamento (declaración oficial nº 10311 de Monseñor Cacciavillan, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, de parte del Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). Los hechos motivantes fueron que en los Estados Unidos unos fieles habían recurrido a uno de los Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre para recibir la administración del sacramento de la confirmación. El Obispo del lugar, después de una monición canónica, excomulgó a los seis fieles. Roma, por medio del Nuncio Apostólico, y a solicitud del Prefecto para la Doctrina de la Fe, anuló este decreto argumentando que no existía causal de cisma. 

• En una carta del 3 de mayo de 1993, el Cardenal Cassidy, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, respondió a una consulta de la siguiente manera: “En lo que se refiere a su pregunta, deseo subrayar que el «Directorio sobre el Ecumenismo» (reglas prácticas a seguir en la materia) no concierne a la Fraternidad San Pío X. La situación de los miembros de esta sociedad es un asunto interno de la Iglesia católica. La Fraternidad San Pío X no es otra Iglesia o una Comunidad eclesial en el sentido en que lo emplea este Dicasterio. Por supuesto, la misa y los sacramentos administrados por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X son válidos (…)”

 “El examen de las circunstancias en la que el arzobispo Lefebvre ha procedido a las consagraciones episcopales, a la luz de los cánones 1321, 1323 y 1324, plantean al menos una duda significativa, si no una certeza razonable, contra l a validez de la declaración de excomunión pronunciada por la Congregación de los Obispos”. Esa es la conclusión de una tesis de derecho canónico obtenida en 1995 en Roma (Universidad Gregoriana) por el Padre Gerald E. Murray, y que mereció la felicitación del tribunal examinador. El Padre Gerald E. Murray no es un sacerdote de la Fraternidad San Pío X; ejerce su ministerio en la arquidiócesis de Nueva York. 

Podríamos continuar con esta enumeración y citar muchos otros testimonios, lo cual sería un poco tedioso… El último: a la consulta hecha por un Obispo de Gabón, acerca de si en los registros parroquiales debían asentarse los matrimonios celebrados por sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos respondió afirmativamente. 

¿Puede el Papa equivocarse cuando excomulta a un miembro de la Iglesia? 

La excomunión es un acto disciplinario que por naturaleza no puede estar garantizado por la infalibilidad. Que Roma pueda equivocarse teniendo un juicio errado en un caso puntual es algo que ya ha sucedido en la historia de la Iglesia. La hipótesis de Monseñor Lefebvre no es el primero. San Atanasio, Obispo de Alejandría (s. IV) y Doctor de la Iglesia, fue excomulgado cinco veces por el Papa Honorio. Santa Teresa de Ávila, reformadora de los Carmelos y eminente mística, fue excomulgada por su Obispo… 

Esta discusión sobre los presuntos cisma y excomunión están hoy, año 2008, en franco retroceso. Tras veinte años Roma ha tenido tiempo de caer en la cuenta de la falsedad de las acusaciones hechas en 1988 respecto a la Fraternidad San Pío X. Hoy por hoy estamos en vísperas del levantamiento de las sanciones y del reconocimiento de que no se pueden ignorar las fuerzas vivas de la Iglesia que vertebra el movimiento tradicional.

Vayamos al Concilio. Se los acusa de rechazar el Vaticano II. ¿Qué significa eso? 

No rechazamos el Concilio Vaticano II de cabo a rabo; admitimos lo que está en continuidad con el magisterio y los veinte Concilios precedentes. Es imposible admitir que la Iglesia y el magisterio renieguen del pasado.

Por ejemplo, nosotros somos los que seguimos más de cerca el esquema sobre la liturgia, en el cual se recuerdan todos los elementos de la liturgia, tal el caso del latín como lengua oficial de la liturgia de la Iglesia(1) Los experimentos litúrgicos novadores y las fantasías del posconcilio —y de hoy en día, porque desgraciadamente esto no ha terminado— están en contradicción con el Concilio. Los Padres Conciliares nunca pensaron que, aprobando este esquema, sobrevendría el día en que, por ejemplo, las ceremonias de entierro estarían a cargo de laicos… Eso va contra el Vaticano II. Se hace decir al Vaticano II cosas que nunca fueron dichas, en nombre del famoso “espíritu del Concilio”…

Por lo demás, es cierto que el concepto de revelación, tal como está formulado en “Dei Verbum”, tomado de la “nueva teología” del Padre Henri de Lubac, el concepto de libertad religiosa formulado en“Dignitatis Humanæ”, la realidad del ecumenismo practicado hoy en día, el subsistit in de “Lumen Gentium”, son novedades teológicas problemáticas.(2) Pedimos a Roma poder abordar estos problemas en el contexto de discusiones teológicas.

¿Cree realmente que Uds. pueden discutir esas cosas? 

Hoy por hoy todo es puesto en la picota. Cualquier teólogo que publica un estudio pone muchísimas cosas en cuestión. Desde hace cuarenta años todo es puesto en cuestión… la Misa, todos los sacramentos, las traducciones de la Biblia, la exégesis, la pastoral, la historia de la Iglesia, la predicación del Evangelio, el lugar de los sacerdotes y de los laicos, etc., etc. 

Las iglesias están vacías, se vende el mobiliario eclesiástico, se destruyen o venden los ornamentos… ¿y se alza la voz porque nos permitimos señalar algunos puntos “novedosos” del Concilio que causan problemas? ¿Se tiene conciencia de la desproporción existente entre la complacencia ante todo lo que es novador, e incluso destructor de la Tradición que santificó a generaciones y generaciones de católicos, y el régimen de exclusión a que se somete a los que no se pasan a las filas de quienes se visten “con piel de lobo”?

Padre Bernard Lorber
Enero de 2008


(1) Argumento “ad hominem”.
(2) Porque están en ruptura con la tradición.


 San Miguel Arcángel
Sancte Michael Archangele, defende nos in praelio. Contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur. Tuque princeps militiae caelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo divina virtute in infernum detrude. Amen.

confesion

LOS MÁRTIRES JESUITAS DE EL SALVADOR

LOS MÁRTIRES JESUITAS DE EL SALVADOR


Rutilio Grande: sacerdote jesuita mártir y precursor

El miedo a la verdad ahora. El miedo al despertar de los pobres, siempre. Este miedo que se transforma en violencia tiene una historia que empieza mucho más atrás.

Los profundos cambios que se han producido en la conciencia de las mayorías pobres de El Salvador desde los años 70, han sido vistas siempre por los militares y por las poderosas familias de oligarcas como responsabilidad de la actividad de los curas. Siempre han culpado a la Iglesia por haber abierto los ojos de los oprimidos para que se dieran cuenta de que lo eran y para que lucharan por no serlo. Por eso gritaban en 1977 "haga patria, mate un cura" y llenaron con estos volantes el país, alentando así al asesinato de religiosos. Quizá en ningún lugar de América Latina la teología de la liberación ha sido tan de carne y tan de sangre, tan viva, eficaz, madura y tenazmente transformadora como en El Salvador.


Con mucha sangre y en el nombre de Dios de Jesús se ha luchado heroicamente desde hace mucho tiempo por derribar los muros de una injusticia interminable. La historia de estos años están llenos de ejemplos. La conversión y el martirio de Monseñor Romero son el caso y el ejemplo supremo de una teología hecha viva que no sabe en ningún libro. En torno al arzobispo, y con estos seis hermanos que nos quitaron, son ya 18 los sacerdotes asesinados en nombre del anti-comunismo por una "democracia occidental y cristiana".


El primero de estos sacerdotes asesinatos fue un jesuita salvadoreño, el padre Rutilio grande, a quien los pistoleros del gobierno acecharon en un camino el 12 de marzo de 1977 para ametrallarlo. Todos los que fueron asesinados ahora en la UCA conocieron a Tilo, el primer mártir, y aprendieron mucho de él en aquellos años en que maduraba el cambio, se abrían trochas y veredas de organización y los pobres empezaban a luchar por dejar de serlo, como Dios manda, como Jesús anunció.

Con la terca voluntad del jesuita Rutilio Grande empezó en 1972 y en la parroquia de Aguilares una experiencia pastoral que marcaría a los jesuitas de Centroamérica. La experiencia de Aguilares fue la más importante traducción pastoral y salvadoreña de la teología de la liberación que había sido consagrada en la Conferencia de obispos de Medellín (1968). "Historia de una esperanza" llamó a esta experiencia el padre Rodolfo Cardenal, en un libro en el que cuenta exhaustivamente cómo se desarrolló esta obra.


Desde 1972 a 1977, el padre Rutilio Grande y el equipo de jesuitas de Aguilares fueron transformando esa extensa zona campesina en un espacio de organización, de compromiso cristiano y de conciencia comunitaria. Durante todos estos años los vínculos que unieron al equipo de Aguilares con el equipo de la UCA de San Salvador fueron estrechos, sobre todo a través de una generación de jesuitas jóvenes que aprendieron a trabajar pastoralmente con Rutilio Grande y a reflexionar intelectualmente con Ignacio Ellacuría. Buena parte de su tiempo la dedicaron ambos a formar a los jesuitas que años más tarde serían sus relevo. Ambos se complementaban. Rutilio les insistía en una pastoral que debía de estar iluminada por análisis hechos con el máximo rigor teórico. Ellacuría les insistía en una reflexión teórica que debía estar naciendo siempre de la acción directa. En aquellos años, aquellos jesuitas jóvenes fueron apoyados permanentemente por el padre Moreno. Y Rutilio, en sus crisis, nacidas de la novedad y complejidad de la experiencia de Aguilares, se aconsejaba con el padre Amando.

Ambos equipos se complementaban. A ambos equipos los unió la vida en unos años de cambio que son claves para entender la transformación de la conciencia del pueblo salvadoreño y la lucha que hoy libra. A ambos equipos, y con 12 años de distancia, los unió el martirio. El padre Rutilio Grande fue asesinado a tiros en marzo de 1977. Y después del crimen, todo el equipo de jesuitas de Aguilares fue desarticulado, con la captura y expulsión de los otros tres jesuitas que trabajan permanentemente con él y con el terror que el gobierno instaló en Aguilares militarizando el pueblo y cometiendo una interminable cadena de asesinatos y torturas contra los líderes campesinos formados a la luz de la teología de la liberación. Mataron primero al pastor y después corrió la sangre de las ovejas. Se quiso borrar del país la experiencia de Aguilares y hacer desaparecer las semillas de organización que fueron sembradas por aquella comunidad. Pero la sangre de Rutilio fue fecunda: convirtió a Monseñor romero a la fe en el Dios de los pobres, el único Dios verdadero, y dejó una herencia, porque los niños y jóvenes delegados de la Palabra que vieron el cadáver acribillado del padre Tilo están hoy al frente del movimiento popular salvadoreño.

Doce años después del asesinato del padre Rutilio, el primero de la lista de sacerdotes mártires de El Salvador, la historia se ha repetido. Los mismos asesinos de entonces quisieron borrar del país a la comunidad de la UCA, a los viejos amigos de Tilo.


Los unió la muerte. El tímido Tilo y el nada tímido Ellacu, el talento pastoral de Rutilio y el talento intelectual de Ellacuría: tan distintos los dos y tan iguales en su terca fidelidad a aquel principio que tan bien transmitieron a sus alumnos: no hay retroceso cuando se ponen las manos en el arado del pueblo. A doce años de distancia y de ríos de sangre vertida, el martirio los ha unido a los dos. Y la muerte los encontró a los dos en su trinchera diaria. A Tilo, en un camino de polvo, cuando iba a celebrar la misa. A Ellacuría en su universidad, preparando trabajos, escritos, reflexiones. Fieles, cada uno a su estilo, al mismo Dios y al mismo pueblo salvadoreño. En toda Centroamérica, una generación de jesuitas lleva por brújula esa fidelidad que aprendieron de ellos dos. Y una cosecha de nuevas vacaciones sacerdotales ha nacido de la entrega con que vivieron estas dos comunidades de mártires.




Seis sacerdotes, seis mártires




Ignacio Ellacuría

Ignacio Ellacuría tenía 59 años. Vasco de nacimiento, salvadoreño de corazón y de pasaporte, había hecho toda su vida en este pequeño país, olvidado del mundo hasta los años 80. En las miles de páginas que escribió en la revista ECA y en otras publicaciones, analizando el pasado, el presente y el futuro de su patria salvadoreña deja un legado de lucidez cristiana. Equivocándose muchas veces, atinándole muchas otras, más reformista a veces, más radical otras, aceptó el desafío de la historia concreta para evangelizarla, fiel siempre al principio de humanizar y acortar un conflicto social tan profundo. Muy fiel en los últimos tiempos en su dura crítica al gobierno de los Estados Unidos, por boicotear el proceso de paz centroamericano, tanto en El Salvador como en Nicaragua.

Tenía tanta terquedad como paciencia y como excelente estratega, supo esperar mucho y dialogar con todos hasta hacer de la UCA una plataforma de pensamiento y acción muy influyente. En ese camino, "Ellacu", "el doctor", sin un pelo en la lengua, expresando con una descarada libertad sus puntos de vista, casi siempre polémicos, se fue convirtiendo en un hombre indispensable en la vida del país. Todos saben el vacío que deja, era muy necesario a la hora de la paz. Discípulo preferido del gran filósofo español Xabier Zibiri, Ellacuría es uno de los intelectuales más destacados de la historia contemporánea de América Latina. Su amor fue eficaz, como diría Camilo Torres. Su teología de la liberación la puso en los cimientos de la liberación del pueblo salvadoreño. 


Amando López

Amando López tenía 53 años, era español. Conocía muy a fondo a casi todo el clero salvadoreño y a gran parte del clero centroamericano por los muchos años que pasó al frente del Seminario de San Salvador. Era permanente su actitud de servicio, siempre estaba de buen humor, siempre disponible para cualquier tarea, fácil o difícil. Mucho de su corazón de hombre bueno estaba en Nicaragua, en donde trabajó por varios años dirigiendo el Colegio Centroamérica y la Universidad Centroamericana de Managua. Es seguro que a Amando le habría alegrado mucho y hecho sonreir también, la Orden Ramírez Goyena que "maestro ejemplar" le otorgó, a título póstumo -junto a sus otros cinco compañeros- el Presidente de Nicaragua Daniel Ortega.

Ignacio Martín-Baró

Ignacio Martín-Baró tenía 47 años. Español, también había optado por la ciudadanía salvadoreña. Vicerector de post-grado de la UCA, había acumulado una gran experiencia en la investigación de la opinión pública de El Salvador, hasta convertir a la UCA en la voz más autorizada del país a la hora de elaborar y desarrollar encuestas. Hijo de un conocido escritor español, él también fue un escritor infatigable, que supo llenar de pulcritud y precisión cada página de sus análisis. En sicología social, fue un verdadero maestro a nivel latinoamericano. 

Su trabajo pastoral lo desarrolló últimamente en Jayaque, en donde celebró su última misa tres días antes de morir. Muchos relatos de Cartas a las Iglesias salieron de la pluma de Nacho. Con él estuvo trabajando el equipo de envío no hace aún un año. Discutimos mucho con él sobre la "hora" y el significado del estallido social que se estaba incubando en El Salvador por el fracaso del proyecto norteamericano para el país. Nacho era terco y no compartimos algunos de sus puntos de vista, muy propios de la visión política que sustentaba la UCA. Ninguno de nosotros podía imaginar que a la hora de ese estallido su sangre empaparía las banderas de lucha del pueblo. Según una de las testigos del crimen, antes de que lo mataran dijo con firmeza: "Esto es una injusticia". Murió denunciando aquello que siempre denunció a lo largo de su vida sacerdotal.


Segundo Montes

Segundo Montes tenía 56 años. Español de nacimiento, salvadoreño por opción. En su alma de niño grande, El Salvador era una pasión permanente. Pocos jesuitas en El Salvador llegaron a conocer a tanta gente de tantos estratos sociales como Montes. Desde hacía unos años había fundado el Instituto de Derechos Humanos de la universidad. Últimamente se había dedicado con pasión al estudio de la situación social de los desplazados y refugiados salvadoreños en Centroamérica y en los Estados Unidos, campo en el que fue un verdadero pionero. 

Colaboró muy entusiasmado con la experiencia de desarrollo comunal puesta en práctica, con cooperación internacional, por los refugiados salvadoreños del campamento de Colomoncagua, en Honduras. "Tonatiú", le decían, porque parecía un esbelto "hijo del sol", aunque nacido en España. O también "Pizarro en desgracia", porque también tenía la apariencia de un conquistador venido a menos. "Pero yo vine aquí a ser conquistado", decía siempre Montes. Y así fue: El Salvador conquistó plenamente su corazón.


Juan Ramón Moreno

Juan Ramón Moreno Pardo tenía 56 años y era español. Teólogo, maestro de novicios de los jesuitas centroamericanos durante 6 años, especialista en conducir los ejercicios espirituales de San Ignacio. Tenía siempre una palabra profunda con la que dar razón de su esperanza. Era calmo y cariñoso. En el pueblo de Santa Lucía, en el nicaragüense departamento de Boaco, lo estarán esperando siempre. Moreno alfabetizó este pueblo durante la Cruzada de Alfabetización de 1980 y dirigió a los estudiantes jesuitas que participaron en esta gigantesca tarea educadora. Desde entonces, "Pardito" volvía siempre a Santa Lucía a compartir con sus alumnos las fiesta de Navidad o de Semana Santa. Porque su corazón era también medio nicaragüense. Durante varios años, Moreno presidió la Conferencia de Religiosos de Nicaragua, en una actitud de búsqueda permanente y de servicio.

Joaquín López

Joaquín López tenía 72 años y era hijo de una rica familia cafetalera de El Salvador. dedicó toda su vida a la educación de los pobres y desde hacía años dirigía la obra latinoamericana de promoción social "Fe y Alegría", con distintos proyectos en el país. Un cáncer avanzado tenía ya contados sus días, pero él no quería retirarse del trabajo ni cuidarse demasiado. "Lolo" fue fundador de la UCA, buscó para ella los terrenos, los dineros y la personería jurídica. No llegó a celebrar en el 90 los 25 años de esta obra de la que fue partero. "Ninguno de ellos entró en la Compañía de Jesús para hacer carrera -dice el padre Jerez-. Su afán no era ser promovidos ni dentro de la Iglesia ni dentro de la Compañía. Su afán era quedarse allí, trabajar allí, rendir allí. Se dedicaron a estudiar profundamente los mecanismos de la sociedad para entregarle después a los hombres y mujeres que forman la sociedad esos estudios, esos análisis, sus palabras, sus escritos. Trabajaron por la justicia, por la verdad, por la paz. Hombres de verdad ante Dios, ante los hermanos y ante sí mismos. Mártires: porque la historia de los mártires no es cosa del pasado. En Centroamérica sabemos lo cerca que está el martirio de los que de verdad luchan por la justicia".



Elba Julia y Celina Mariset Ramos


"No los mataron, dieron su vida y viven"

Pocos minutos después de las 6 de la mañana el esposo de doña Elba fue a la casa de los padres a iniciar un nuevo e incierto día y encontró los cadáveres. Corrió a avisar al padre provincial José María Tojeira, que dispuso que nadie tocara nada para facilitar la investigación. Entre los primeros en visitar el lugar estuvieron el arzobispo Monseñor Rivera y Damas y su auxiliar Monseñor Rosa Chávez. Monseñor Rosa fue claro: "Los han matado los mismos que mataron a Monseñor Romero". 

No había nada más que decir: todos saben quiénes mataron al arzobispo, aunque no hayan ido a la cárcel, ni siquiera a juicio. Rivera se refirió a la "irresponsable campaña de calumnias y acusaciones que envenenaron las mentes y terminaron armando los brazos asesinos", indicando que había serias sospechas de que estos brazos eran de "elementos de las fuerzas armadas". El exhaustivo informe de Tutela Legal del Arzobispado lo confirmó pronto. 

Poco después, Monseñor Rivera relató en conferencia de prensa que en la mañana posterior al crimen un vehículo perteneciente a la Primera Brigada de Infantería había pasado por delante del arzobispo y unos uniformados gritaban por altoparlantes: "¡Ya cayeron Ellacuría y Martín Baró! ¡Sigamos matando comunistas!" La Primera Brigada está bajo la dirección del Coronel Helena Fuentes, uno de los militares de "la Tandona" más comprometidos con los escuadrones de la muerte. La noticia del asesinato causó indignación, estupor y mucha tristeza. Estos y otros sentimientos crecieron y se fueron extendiendo como en círculos concéntricos, desde las comunidades jesuitas, los grupos cristianos, las universidades y los espacios de la solidaridad hasta tocar el corazón del mundo.

Al darles la vuelta a los cadáveres, los rostros eran casi irreconocibles. Los rasgos de cada uno se habían perdido entre la sangre y la pólvora. Las fotos que nos llegaron de sus caras causan horror. Olvidada esta terrible y última imagen, tendrán ya para siempre en nuestra memoria el rostro de las mujeres y los hombres salvadoreños a los que dedicaron todo su tiempo y su pensamiento, toda esa valiosa vida que una sola bala destruye en un instante. "Pero la última palabra no la tiene el odio que los mató sino el amor con que se entregaron -proclamaba en su homilía en Managua el responsable de los jesuitas de Nicaragua, padre Ignacio Zubizarreta-. Porque hay ciertamente vidas que producen y sirven para dar muerte. Pero hay muertes que sirven para producir y dar vida y resurrección. Así ha sido la muerte de nuestros hermanos..."

El domingo 19 de noviembre los cuerpos destrozados de nuestros hermanos reposaron en nichos abiertos bajo un retrato de Monseñor Romero, en la capilla que la UCA dedicó al arzobispo mártir y que los que murieron decidieron con tanto empeño construir en 1985. Miles de personas aplaudieron por varios minutos las palabras del padre Tojeira, provincial de Centroamérica, cuando en la misa de funeral afirmó con firmeza: "!No han matado a la Compañía de Jesús! ¡No han matado a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas! ¡No la han matado!" 

Una generación de jesuitas formados por Rutilio Grande y por estos mártires y una generación de centroamericanos a los que esta generación ya ha formado ya tomaron el relevo. "La Compañía de Jesús, en medio del dolor que nos causa la muerte de nuestros hermanos -decía en Managua el padre Zubizarreta- se honra y se gloria en la sangre de sus mártires. Y da gracias públicamente al pueblo salvadoreño por haber permitido a estos seis jesuitas vivir en medio de ellos y morir junto a sus innumerables mártires, obreros, campesinos, sacerdotes, sindicalistas, niños, mujeres y ancianos. Morir junto a Monseñor Romero. Y sobre todo, da gracias porque murieron de la misma manera que mueren los pobres: sacados de sus casas al filo de la madrugada para ser brutalmente asesinados".

Es claro que la muerte de nuestros hermanos no es un caso aislado. Como en los años 80, este crimen es parte de una violenta ofensiva contra la Iglesia comprometida en la humanización y la finalización del conflicto, contra la Iglesia que se preocupa de los refugiados, de los desplazados, de los muertos y de los heridos por los bombardeos contra la población civil, contra la Iglesia que quiere que las cosas cambien en El Salvador y los pobres dejen de serlo. Los años 80 fueron años de terrible persecución contra esa Iglesia. 
El inicio de la ofensiva del FMLN, que tiene el objetivo de hacer cambiar las cosas, desató de nuevo el odio de las fuerzas represivas que persiguieron entonces y hoy reinician esta persecución regando de sangre de mártires el camino hacia la paz. El gran teólogo Jon Sobrino sobrevivió al crimen. El quedará como testigo para contarnos más del alma de estos sacerdotes que formaron este equipo y de esta comunidad. En el año 80 Sobrino reflexionó mucho sobre la persecución que estaban sufriendo la Iglesia salvadoreña y sobre el sentido de tanto dolor. Esa reflexión de entonces vuelve hoy, cuando también la sangre ha vuelto:
"La persecución tiene graves costos para la Iglesia, la desmorona y desmantela en su organización más visible. Pero eso ni es toda la verdad ni lo más importante de la verdad. Para el pueblo de Dios, que es anterior a la Iglesia organizada, la persecución es el fundamento último de su fe. La fe cristiana comenzó a los pies de la cruz de Jesús, de alguien a quien en verdad no le quitaron la vida, sino que él mismo la dio para salvación de su pueblo y de todos los hombres. 

Desde entonces los cristianos han celebrado su eucaristía sobre reliquias de mártires, y han unido al recuerdo de Jesús el recuerdo de los mártires. El misal romano recoge todavía sus nombres concretos: Esteban, Alejandro, Marcelino, Felicidad y Perpetua, Agueda, Inés... Pero para los cristianos en El Salvador no es lo mismo recordar sólo a esos mártires que recordar a Rutilio, a Octavio, a Oscar, a Ita y Maura, a Juan y Felipe... Estos son sus mártires. Una Iglesia perseguida se ve realmente amenazada en su organización, plataformas y actividades externas; a las inmediatas, los perseguidores parecen los vencedores. 

Pero en el fondo de la Iglesia, allí donde ella es más que organización e institución, allá donde es más que templos de piedra, escuelas, hospitales o imprentas, allí donde en verdad es pueblo de un Dios, liberador y crucificado, cuerpo de un Cristo sufriente y resucitado, en este último fondo de su realidad, la Iglesia perseguida crece en su fe. También para la Iglesia sirve lo que dijo Jesús a cada uno de sus seguidores: "El que guarda su vida la pierde, pero el que la entrega por su causa y por su buena noticia la salva". 

Esa Iglesia perseguida, diezmada, empequeñecida y anonadada, es la levadura para que la totalidad de la Iglesia se mantenga cristiana y para que nuestros países alcancen su liberación histórica, se acerquen al reino de Dios. Es fácil matar el cuerpo de los cristianos pero es difícil arrebatar la fe a una Iglesia de mártires". Todas las piezas van dibujando los rasgos de los asesinos. Todas las pistas llevan al mismo lugar. Y al dolor por su muerte y al orgullo por su vida, unimos una convicción. Nos queda claro por qué los mataron y por qué principios dieron ellos la vida. Y nos queda claro también quiénes los mataron. 

En crímenes como estos intervienen los cuerpos de seguridad de El Salvador, que tienen también el nombre de escuadrones de la muerte. Los cuerpos de seguridad, los escuadrones, no funcionan aislados del ejército y de poderosos sectores oligárquicos. Y el ejército salvadoreño y esta oligarquía no funcionan aislados de la decisiones políticas del gobierno de los Estados Unidos, del que dependen totalmente para retener su poder.

Bajo ese poder vivieron nuestros amigos, contra ese poder lucharon, con aciertos y errores en sus análisis y opciones, hombres al fin. Pero fueron siempre fieles al principio de justicia para los de abajo. Murieron y dieron la vida. Por eso, resucitaron el mismo día en que los mataban, el 16 de noviembre de 1989.




Carta del Padre General de la Compañía de Jesús a los jesuitas de todo el mundo:


"Dieron lo mejor de sí mismos por el pueblo salvadoreño"

A las 48 horas del asesinato de los jesuitas, el 18 de noviembre, el Padre General de la Orden, Peter-Hans Kolvenbanch dirigió a todos los Superiores Mayores de la Compañía de Jesús en el mundo esta carta, muy concreta, muy cristianamente parcial, en la que al avalar el trabajo de los jesuitas de la UCA describe la situación de persecución y violencia que precedió a sus muertes y la situación de injusticia en la que desarrollaron su misión.


"Es difícil expresar todo el horror que suscitan este crimen premeditado y estas tan inhumanas torturas. Nada puede justificar esta barbarie: ni la situación estratégica o la seguridad de la barriada en donde se encuentra la UCA, ni la orientación bien conocida de nuestra Universidad Católica, ni las actividades o los escritos de los jesuitas, que no han pretendido con todo ello sino dar lo mejor de sí mismos por el bien de la Iglesia y el pueblo salvadoreño. Lo que ha pasado es tanto más injustificable cuanto que esta muerte cruel ha tocado a personas -no jesuitas y jesuitas- absolutamente extrañas al conflicto político que está haciendo sufrir a la población de El Salvador desde hace ya años.

Sobre todo durante los últimos meses, nuestra Curia recibía informaciones, cada vez más precisas, que demostraban una intensificación en las violentas amenazas; se tomaba de mira a miembros de la Jerarquía y a los jesuitas y, nominalmente, al Rector de la UCA. No se trataba únicamente de medidas vejatorias respecto al personal, jesuita o no, que se consagra a los numerosos refugiados; ni solamente de bombas intimidatorias colocadas en las inmediaciones de la Residencia universitaria, sino de una deliberada y violenta campaña de prensa, que reclamaba la expulsión de determinados jesuitas.

Grupos extremistas, algunos de los cuales hasta se jactan con la denominación de "escuadrones de la muerte", rechazaban cualquier tentativa que mirara al logro de una paz justa y duradera para El Salvador y para el conjunto de América Central.


Cuando tuve allí mismo hace un año la oportunidad de encontrar personalmente a casi todas estas víctimas, sobre todo durante la visita a los lugares donde les han precedido Monseñor Romero y el Padre Rutilio Grande, no pude por menos de notar que eran conscientes de que el Señor pudiera pedirles también a ellos la vida como participación en su Pasión; una vida que, como Compañeros de Jesús, ya han entregado al encarnar toda su actividad en el "suscipe" de amor de los Ejercicios Espirituales.


Aunque la gran mayoría de los jesuitas asesinados habían nacido en España, ninguno de ellos había pensado en abandonar el pueblo y el país que han amado tanto, y han preferido, según la tradición misionera de la Compañía, aceptar hasta el fin los sufrimientos del pueblo salvadoreño. Por desgracia, su sacrificio es uno más, que se une al de centenares de hombres y mujeres, víctimas de los combates y represalias que se engloban en ese círculo infernal de la violencia y de la muerte.


Que el eco que la opinión pública mundial está ya dando a las atrocidades cometidas en la Residencia de la UCA sirva para llevar ala paz a esta región del mundo, frecuentemente olvidada, y ayude a ese pueblo trabajador y valiente, que bien merece una mayor justicia y atención a sus aspiraciones en el respeto de sus derechos humanos. Los numerosos y emocionados testimonios que nos van llegando en estos días a la Curia serán para toda la Compañía de Jesus y en particular para los jesuitas de Centroamérica, un consuelo y al mismo tiempo un aliento para perseverar siguiendo las huellas de nuestros hermanos asesinados.


De acuerdo con el Padre Provincial, espero hacerme presente en El Salvador durante la Navidad para encontrar a los jesuitas de la Provincia y recordar con ellos ante el Señor el asesinato de nuestros hermanos. El próximo lunes por la tarde, en la Iglesia del Gesu, les tendremos particularmente presentes, cuando unidos por la fe en el Señor Resucitado, celebraremos la Eucaristía, rogando para que sean liberados verdaderamente de la muerte nuestros hermanos difuntos, por el consuelo de sus familias y de todos aquellos que los han conocido y, según el espíritu de Cristo, como signo de perdón, por quienes los han conocido y comprendido tan mal. Estoy seguro de que toda la Compañía, de un modo o de otro, se sentirá asociada a nuestras oraciones.

Peter - Hans Kolvenbach, sj.

Roma, 18 noviembre 1989






NUESTROS MÁRTIRES
Usted reposa ahora, don Ignacio,
con Amando, el arcángel consejero;
con la "fe y alegría" de aquel Lolo;
con Segundo, el de barbas de dios Zeus.
Con Pardito, silente y laborioso
que alcanzó a Dios en su correr eterno;
y con Nacho, consciencia inquisitiva
que ha de encuestar los ángeles del cielo.

Allí descansan de este rudo tiempo
de congoja, dolor, llanto y miseria,
y desde el gran martirio atribulado
defienden a la vida en esta tierra.
Elba y Celina, lirios de este pueblo,
reposan más allá de su silencio:
ellas volvieron a su lar amable
a dormir en la tierra primigenia.



Fragmento del poema "De la Hostia, la Sangre y la Arboleda" 
Francisco Andrés Escobar






 MONSEÑOR ÓSCAR ARNULFO ROMERO Y GALDÁMEZ
(1917-1980)
ARZOBISPO METROPOLITANO DE SAN SALVADOR
"SAN ROMERO DE AMÉRICA, PASTOR Y MÁRTIR NUESTRO"





El ángel del Señor anunció en la víspera... 

El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!

Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!



Mons. Pedro Casaldáliga Plá, C.M.F. Obispo-Prelado de São Félix (Brasil)


Fragmentos de sus homilías, bellas palabras que nos hacen reflexionar en esta época de fiestas religiosas, se las comparto en conmemoración de los 29 años del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
Hermanos,
¡Cómo quisiera yo grabar en el corazón de cada unoesta gran idea: el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir,
de prohibiciones! Así resulta muy repugnante.
El cristianismo es una persona, que me amó tanto,
que me reclama mi amor.
El cristianismo es Cristo.