R. P. Ismael QUILES SÁNCHEZ, S.J. (1906-1993)
El Rvdo. Padre Ismael Quiles S.J. nació en Pedralba (Valencia, España) el 4 de julio de 1906. Estudió humanidades en el seminario de Valencia entre 1918 y 1922. Ingresó en la Compañía de Jesús el 10 de junio de 1922. Realizó sus estudios y recibió el Doctorado en Filosofía en el año 1930 en el Colegio Máximo de San Ignacio (Barcelona, España).
Residió en Argentina desde el 4 de marzo de 1932. Estudió Teología en la Facultad de Teología de San Miguel, Pcia. de Buenos Aires, y allí inició su carrera docente como profesor de Historia de la Filosofía y de Metafísica en 1938. Fue Decano de esa Facultad y de la Facultad de Filosofía de la Universidad del Salvador en Buenos Aires. Ocupó el cargo de Vicerrector de esta Universidad, desde 1956 a 1962, y nuevamente en 1965. Luego fue Rector de la misma desde octubre de 1966 hasta noviembre de 1970. Desde esa fecha y hasta 1974 ha sido rector de la comunidad del Salvador y prorrector de la Universidad.
Fue asimismo fundador y director de la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad del Salvador desde 1967 y director del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Comparadas Oriente y Occidente (ILICOO) desde 1973.
Además de la labor docente El R.P.Ismael Quiles S.J. ha dictado numerosas conferencias en América Latina, USA y Europa. Con motivo de su viaje por Oriente en 1960, auspiciado por la UNESCO , dentro del “Proyecto Mayor Oriente-Occidente”, cumplió un intenso plan de conferencias, en las cuales expuso la realidad del hombre desde el punto de vista in-sistencial, en varias universidades de Japón, India, Taiwan, Filipinas e Indonesia.
Otras actividades:
• Participación en congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Estudios Orientales (1944-1980).
• 1940: Organización de la Muestra Bibliográfica Internacional de la Filosofía Católica y de su posición en la Filosofía Universal.
• 1950, 1951 y 1965: profesor invitado de la Universidad de Georgetown, (Washington DC, USA).
• 1952: Organización de la Exposición Bibliográfica Internacional de la Filosofía del siglo XX (Buenos Aires, Argentina).
• 1962: delegado del gobierno argentino a la XII Conferencia General de la UNESCO (Paris, Francia).
• 1962-1963: participación en el I y II Coloquio Interamericano de Intelectuales organizado por la Fundación Interamericana para las Artes (Nassau, Bahamas y Puerto Rico).
• 1963: misión oficial del gobierno argentino para estudiar el sistema educativo de la Unión Soviética , Polonia y Checoslovaquia.
• 1965: misión de la Comisión Nacional de la UNESCO en varios países hispanoamericanos para preparar el Coloquio Internacional sobre Estudios Orientales en las Universidades de América Latina.
• 1966: Presidente de dicho Coloquio que se celebró en Mar del Plata.
• 1968: organizador y presidente de la Primera Reunión del Comité Coordinador Interuniversitario para América Latina y secretario ejecutivo del mismo hasta 1976.
• 1977: participación del “Coloquio de las Culturas” organizado por la UNESCO en San Isidro (Villa Ocampo), Pcia. de Buenos Aires.
• 1982: organizador y presidente del I Coloquio Internacional sobre el Diálogo de las Culturas Oriente-Occidente, auspiciado por la UNESCO.
• 1983: participación en el Congreso Internacional de Orientalistas en Tokyo (Japón), en la Sección de la Asociación Internacional de Estudios Budistas.
• 1987: fue nombrado por el gobierno argentino miembro del Consejo para la Cooperación Argentino-Japonesa a mediano y largo plazo. En el mismo año, del 8 al 10 de agosto, participó de la Conferencia de la Asociación Internacional de Estudios Budistas (International Association of Buddhist Studies) en Berkeley, (California,USA).
• 1988: fue condecorado con la Orden del Sol Naciente otorgada por el emperador del Japón.
• 1989: participó en la IX Conferencia de la Asociación Internacional de Estudios Budistas en Taipei (Taiwan).
• 1990: fue designado Rector Emérito de la Universidad del Salvador. En julio del mismo año participó de la X Conferencia de la Asociación Internacional de Estudios budistas, en la UNESCO , (París, Francia)
El Rvdo. Padre Ismael Quiles S.J. falleció en Buenos Aires el 8 de febrero de 1993
DESARROLLO DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DEL R. P. ISMAEL QUILES S.J.
"Se puede decir que mi pensamiento filosófico ha ido avanzando en tres etapas que podríamos denominar racional, in-sistencial y sintetizadora del pensamiento de Oriente y Occidente. Aclaremos, desde el comienzo, que no se trata de un proceso en que una etapa “excluye” la anterior, sino más bien la precisa y enriquece en su debida proporción."
"a) Etapa racional (1938-1948)
En esta etapa mi pensamiento se movió dentro del horizonte básico racional de la filosofía escolástica. Con excepción del problema del conocimiento, para el cual siempre mantuve una solución de tipo vital e intuitivo como el contacto primero y sólido con la realidad. Consideraba que el principio y fundamento del valor de nuestro conocimiento intelectual, de la capacidad de la razón para conocer la realidad, se hallaba en la experiencia vital de nuestra autoconciencia, por la certeza que nos da el conocimiento del propio yo como realidad innegable. Esta experiencia rompía, por lo menos, el cerco del escepticismo absoluto, ya que en la experiencia del propio yo se dan las condiciones óptimas para verificar la adecuación de nuestra inteligencia a la realidad: claridad e inmediatez."
"Pero, aparte de esta especie de punto de partida para el filosofar, mi visión filosófica de los problemas se encuadraba dentro del método racional de la filosofía escolástica. Los problemas del ser, sus principios y sus causas, el problema del hombre, el alma, sus facultades y su destino, el del Absoluto con su existencia y su naturaleza, el problema moral, así como la relación de la filosofía con la revelación cristiana, los resolvía siempre apoyado en principios racionales. Las pruebas de la existencia de Dios, al igual que la naturaleza del alma, en base a la psicología racional, quedaban suficientemente aseguradas con las evidencias racionales. Tenía gran preocupación por la coherencia lógica interna del sistema, de manera que formase una totalidad unitaria bien estructurada. En este sentido me pareció descubrir en el “principio de unidad del ser”, el fundamento y el hilo conductor que permitía aclarar los problemas fundamentales de la filosofía, tal como la escolástica lo sistematiza. A esta época pertenecen mis obras La persona humana, Metaphysica generalis sive ontologia, La esencia de la filosofía tomista, Filosofía de la religión, Filosofía y cristianismo, y el artículo El principio de unidad de la filosofía escolástica."
"b) Etapa in-sistencial (1948-1960)
Dentro de mi objetivo fundamental, “la esencia más profunda del hombre”, fue para mí de gran importancia el descubrir la conexión que la experiencia del propio yo tiene no sólo en relación con la trascendencia en general, sino también con los problemas fundamentales de la filosofía."
"Las bases para este descubrimiento o experiencia nueva estaban ya dadas en trabajos anteriores. Al final de La esencia de la filosofía tomista señalaba la necesidad de “integrar” la filosofía tradicional tomista con elementos más vitales, lo que implicaba una dedicación más metódica al análisis de nuestras experiencias humanas profundas y fundamentales. En La persona humana había estado de hecho practicando tal método, ya que la primera parte la dediqué al análisis de la personalidad psicológica, basando la afirmación del yo ontológico-metafísico no sólo en un simple proceso discursivo, sino en las comprobaciones de nuestra vivencia interior o experiencia psicológica consciente. Además, en la misma obra mostré la relación que hay entre la unidad, la persona y el individuo, que debía serme muy útil en el futuro, aunque en esa oportunidad la conexión se mantuvo con exclusividad en el nivel racional."
"Pero, con estos elementos, y ante los resultados negativos de la corriente existencialista, en la cual advertí enseguida un deficiente análisis de la existencia humana, traté de profundizar más metódica y sistemáticamente la analítica de la realidad concreta del hombre, es decir, nuestra más íntima experiencia existencial."
"El resultado fue la comprobación de lo que he llamado la “esencia originaria” del hombre como su verdadero “primer principio” en el sentido aristotélico más estricto, es decir, su esencia y elemento primero (arkhé, ousía, stoikhéion), la realidad más última de nuestro yo: el “ser-en-sí”. Esta característica ontológica del yo, del último sujeto (hypokéimenon)de nuestra experiencia interior, la denominé in-sistencial por cuanto in tiene ante todo sentido de interioridad y sistenciadice no sólo “ser” o “estar” sino estar “firmemente”. Las demás características del hombre, que se incluyen en las definiciones dadas a través de la historia de la filosofía, me resultaron entonces, en cierta manera, “periféricas”, ya que ellas no eran la última realidad del hombre mismo, sino que se fundaban en otra realidad más profunda, que, en mi comprobación, era la “in-sistencia”, el “ser-en-sí” propio del hombre. La estructura del ser del hombre se me aclaró en forma notable al visualizarla desde este último fundamento."
"Pero no sólo la estructura propia del hombre, sino también los principales problemas de la filosofía recibieron, desde este fondo interior y último del hombre, una nueva luz para mí. En primer lugar, la metafísica, porque el ser en sí o in-sistencia no sólo revelaba al ser en sí individual, sino también se mostraba como portador del ser en cuanto ser, y me lo mostraba o hacía patente en mí mismo. En el seno de la misma experiencia aparecía ya la diferencia ontológica entre el ser individuo y el ser real. Es decir, que en la misma experiencia del yo individual se encuentra la experiencia del ser en cuanto ser. Ello ocurre por necesidad óntica, y por eso lo he llamado el “choque óntico”. El “ser” se nos hace presente y patente por una especie de choque o sacudida que llama nuestra atención por su presencia, y nos despertamos a la conciencia misma del ser, en una forma necesaria e ineludible, desde el fondo mismo de nuestro ser-en-sí individual y a través de nuestra experiencia individual."
"Pero no sólo recibimos el “choque óntico”, sino también el “choque teológico”, es decir, el de la necesaria presencia del Absoluto Personal, o Dios. Porque, en la misma experiencia insistencial individual, experimentamos también algo que se nos presenta como nuestro “último fundamento”, que necesariamente aparece en el campo de nuestra misma experiencia individual. La realidad del Absoluto trascendente se hace así, en primera instancia, presente al alma, pues el fundamento mismo del “ser en cuanto ser”, no se muestra como base definitiva. El verdadero “último fundamento” se nos aparece en el Absoluto, que “es” ya “por sí mismo”. Su carácter de Persona lo comprobamos en el hecho de que dialogamos con Ël, por captarlo como el Ser absolutamente “consciente” de sí y de sus obras, del universo y de cada hombre."
"De la misma manera, el carácter social del hombre, es decir, el encuentro con el prójimo, surge también en nuestra experiencia interior. Lejos de sentirnos encarnados en la pura subjetividad, nos sentimos, desde lo más hondo de ser-en sí, “abiertos” hacia “el otro”. Esta apertura se hace patente inmediatamente, y la experiencia del encuentro o del choque del prójimo complementa y confirma nuestra experiencia original de apertura al prójimo."
"También con el mundo exterior y con la historia la conexión originaria se realiza en el hombre desde la in-sistencia, desde el ser-en sí, ya que sólo “desde sí” el hombre puede instalarse en el cosmos como hombre y en la historia como tal."
"El desarrollo de esta concepción filosófica insistencial quedó expuesto en la obra Más allá del existencialismo, Filosofía in-sistencial. Y también en otros trabajos: Tres lecciones de metafísica in-sistencial, y Das Wasen des Menschen."
"c) Síntesis de Oriente y Occidente (1960)
A mediados de 1960 inicié un viaje de estudio por diversas universidades de Asia con el apoyo de la UNESCO. Mi objetivo era conocer más de cerca la cultura de aquellos pueblos, no sólo la teoría en los libros sino la encarnación de ella, tal como actualmente la viven, a fin de captar la idea oriental acerca de la esencia del hombre. Comencé el estudio del budismo en el Japón. Desde el primer momento me resultó fácil el diálogo con la filosofía oriental. Dada mi concepción filosófica insistencial, basada en la interioridad como método y metafísica del hombre, hallé en seguida cierta coincidencia de ambiente. La esencia del hombre se descubre mirando en el interior de sí mismo. Así me lo enseñaban los maestros budistas vivientes, lo mismo que las escuelas tradicionales, en especial el budismo Zen. Pero en el interior del sí, hay que sobrepasar la experiencia del “yo” individual, para comprobar que el “verdadero ser” interior y último es idéntico al Primer Principio y Única Realidad universal, el Absoluto. En la India me dirían lo mismo: “Tú eres Esto (el Absoluto)” (Tat twam así). La conclusión teórica predominante era la misma en Japón e India: la esencia real del hombre es el Absoluto mismo, el Primer y Único Ser."
"Sin duda que las diversas escuelas filosóficas del Oriente nos han legado un respetable esfuerzo por descifrar la última esencia de los seres y, en particular, del hombre. Me refiero en especial aquí al hinduísmo y al budismo, que he podido estudiar más de cerca. Las obras de sus grandes maestros rivalizan en vigor lógico e ingenio con las de Occidente: griegas, medievales o modernas. Me encontré más cerca de algunas escuelas, como el amidismo budista y, sobre todo, el movimiento hindú llamado bakti (devoción), que hace resaltar, en la práctica al menos, el aspecto personal de Brahman, como sucede en la hermosa obra clásica El canto del Señor (Bhagavadgita)."
"Pero en casi todas las escuelas el supuesto fundamental tácito o expreso, es la reducción de todos los seres individuales a una sola Realidad Absoluta, de la cual aquéllos son ilusorias manifestaciones que es necesario superar. La negación de la personalidad en Dios y de la individualidad en los seres es, ante todo, la esencia de la Escuela Vedanta , pero parece ser el trasfondo metafísico del budismo y del hinduísmo."
"Como es de suponer, yo tenía que confrontar este análisis de la interioridad según la filosofía oriental, con mi propia experiencia y, en cuanto me era posible, con la de los otros seres humanos. Si en el “método” in-sistencial había gran coincidencia, no así en la “interpretación” de los datos de la experiencia interior y en las afirmaciones subsiguientes, pues la diferencia se presentaba muy profunda: la negación de la personalidad individual, por considerarla ilusoria y la afirmación de un Absoluto como único ser, son incompatibles con mi experiencia, según la cual es imposible desconocer la realidad de la personalidad individual, así como su diferencia frente al Absoluto."
"Pero el contacto con la filosofía oriental me permitió enriquecer mi concepción de la filosofía y del hombre con aspectos valiosos que no habían adquirido su debido relieve todavía en mí. Voy a señalar tres:"
"a) La idea de “filosofía”: Es claro que yo había podido comprobar que la filosofía no se restringe al método racional y abstracto y que, por tanto, no era éste el único acceso a la metafísica. El análisis de los últimos estratos de nuestra experiencia interior ya era auténtica filosofía, porque cumple los requisitos de ella: conocimiento de una realidad última en forma metódica. Si la filosofía es el conocer de lo último, el análisis de la última realidad de mi ser, tal como aparece en mi experiencia, es auténtica filosofía. Lo señalé ya en mi ensayo Filosofar y vivir (1948) y más todavía enMás allá del existencialismo (1958)."
"Pero el Oriente agregaba un matiz más profundo todavía. Si no se llega a la “vivencia” o “conocimiento vivido” de la última realidad del yo y del Absoluto, no se alcanza su verdadero conocimiento; yo diría, se pierde lo mejor del conocimiento, por cuanto el conocimiento discursivo y racional es, por su naturaleza, lejano, abstracto, imposible de “adecuar” a la realidad. Esto es cierto, aunque por su parte los “orientales” exageran cuando pretenden que en el conocimiento vivido del Absoluto el yo llega a diluirse hasta perder su autoconciencia, con lo cual pierde la visión detoda la realidad."
"Más todavía, este conocimiento vivido o experimental del sí y del Absoluto coincide con la “autorrealización consciente”. Es nada menos que llegar a ser uno mismo, lo que verdaderamente se es. De lo contrario se vive en la ignorancia de sí mismo y, en esta ignorancia, el hombre no “es”, “no cumple” su realidad, pues está “enajenado”."
"Es decir, para el filósofo budista o yoga o vedanta, y aún para el mismo taoísta, el “conocer” y el “ser sí mismo” son iguales y, por tanto, la verdadera y auténtica “filosofía” es “Autorrealización”."
"Se dirá que el “puro saber”, el “puro conocer” y la “simple autoconciencia”, no son la “realización” integral del hombre; que se requiere su actitud moral, su aceptación del bien y del “orden del ser” para que se “realice” plenamente. Por ello no se pueden identificar, sin más, filosofía y autorrealización."
"Respondemos que es así cuando se entiende “filosofía”, “saber” o “iluminación” en el sentido que estos términos no son un simple conocer o “saber” de la Última Realidad de sí y del cosmos, sino que expresan un acto vital integral del hombre: para los orientales, el auténtico “saber de la última realidad” no es un acto puro intelectual, sino que implica una transformación profunda y efectiva del ser del hombre; es una actitud psicológica, una transformación ontológica; es una “iluminación-actitud” o “iluminación-transformación” en el sentido de las exigencias profundas de su verdadera realidad personal y de su ubicación en el orden del ser: la iluminación es así un acto integral que incluye el conocer y el ser, la Verdad y el Bien, el logos y el ontos del hombre."
"No pretendemos afirmar, sin más, la teoría socrática de la “virtud-ciencia”, susceptible de diversas interpretaciones. Tal vez se la pueda aproximar a la idea oriental de filosofía-autorrealización, en cuyo sentido sería aceptable."
"Esta comprobación concordaba perfectamente con mi concepción del hombre como in-sistencia, y considero que completa y amplía el molde occidental de filosofía, en el cual ha predominado una construcción racional y una idea, casi exclusiva, de la filosofía como teoría pura “objetiva” y desinteresada. Nuestra concepción la hemos expuesto en nuestro artículo Filosofía, autorrealización e in-sistencia (incluido en Qué es la filosofía)."
"b) Filosofía y religión. En segundo lugar, la filosofía oriental, y particularmente el hinduismo, ha presentado una nueva faceta de la relación entre filosofía y religión. En general, los occidentales le achacan con frecuencia que no distingue suficientemente entre ambas, que mezcla y confunde religión y filosofía. En Occidente la distinción es muy nítida. Nosotros la hemos expuesto en nuestros pequeños tratados Filosofía de la religión, Filosofía del cristianismo y Qué es la filosofía. Allí presentamos la distinción básica, de acuerdo con lo que podemos llamar “objetos formales”. La filosofía es “conocimiento” de la realidad por sus últimos principios y, sobre todo, del Último Principio, del Absoluto, Dios. Religión es “actitud” del hombre frente al Último Principio, Dios, reconociéndolo como tal y ubicándose frente a Él debidamente por la adoración, respeto y aceptación de su carácter de Absoluto. La filosofía se acerca a Dios por el conocimiento: es un acto cognoscitivo. La religión se acerca a Dios por el reconocimiento: es una actitud vital moral, presupuesto el acto cognoscitivo. Filosofía y religión coinciden en el objeto: Dios, el Ser Supremo; se diferencian en el modo de relación: conocimiento teórico y actitud vital."
"Sin embargo, el “modo oriental”, aunque mezcla tal vez demasiado filosofía y religión, está señalando un aspecto importante, con frecuencia desconocido por los filósofos y teólogos occidentales: el conocimiento de Dios y la actitud religiosa hacia Dios. Cuando alcanzan una y otra su plenitud, forman una simbiosis tan íntima que se llegan a fundir en un solo acto, el cual es, a la vez, filosofía y religión, es decir, conocimiento y reconocimiento; y en esa conjunción - que es la experiencia vivida, lúcida y profunda del Absoluto - la filosofía es más filosofía (más claro conocer) porque es religión, y la religión, a su vez, es más religión (más claro reconocer vital) porque es filosofía."
"c) Esencia del hombre y experiencia mística. Ya en Tres lecciones de metafísica in-sistencial había dejado constancia de que la experiencia in-sistencial es, en el mismo acto y por su misma naturaleza, experiencia del yo, experiencia del ser y experiencia del Absoluto. Ello equivale a decir que es, a la vez, experiencia individual y experiencia metafísica; pero también, por ser experiencia del Absoluto, debería llamarse “experiencia mística”."
"Esta última conclusión no la había precisado ni, por lo mismo, formulado con claridad."
"Empero, el estudio de las experiencias de los místicos budistas, me ayudó a comprobar que la experiencia metafísica (o del ser) y la experiencia mística (o del Absoluto) pertenecen a la esencia del hombre. Lo que implica reconocer o admitir que todo hombre, en cuanto tiene conciencia o experiencia de sí como hombre, tiene también la experiencia del ser y la del Absoluto. Estas dos acompañan o están necesariamente implicadas en la misma experiencia humana como tal."
"En efecto, me llamó la atención ver que algunos de los místicos medievales del Zen, llegaban al éxtasis en una experiencia que parecía más metafísica que religiosa, pues sentían la unidad indiferenciada en que todos los seres parecen hacerse uno, incluyendo el propio yo. Esto parece ser la intuición de lo que nosotros llamamos el ser en cuanto ser concreto, que “constituye” los seres con prescindencia de sus diferencias. Pero, sin duda, era una experiencia “en alta tensión”, de la misma experiencia que, en “baja tensión”, habitualmente tenemos en nuestra experiencia común insistencial, del yo y del ser."
"Luego, resultó fácil de comprobar que la experiencia de los místicos, cuando revelan la presencia y el choque explícito del Absoluto y del Dios personal (cual es el caso de los místicos cristianos), se trataba, en realidad, de una experiencia “supranormal”, o “en alta tensión”, de la presencia activa y transformante de Dios en el alma, la cual como en repetido análisis hemos tratado de mostrar, se halla ya en la experiencia humana común, en la cual la misma experiencia del ser-en-sí implica la experiencia del mundo, del ser y del Absoluto."
"La conclusión para nosotros era fácil, y la formulamos a propósito de nuestro estudio del nirvana budista (Filosofía budista, ps.290-295). La experiencia mística del Absoluto tiene, en esencia, el mismo contenido de esa experiencia común que sentimos, en mayor o menor grado, en nuestra toma de conciencia diaria de nuestro ser-en-sí y de cierta presencia o eco del Absoluto, en nosotros. Diríamos entonces que, en cuanto experiencia mística del Absoluto, ésta pertenece a la experiencia esencial del hombre, aunque en grado mínimo. Sólo que se ha reservado en la terminología filosófica y teológica la denominación de “mística” cuando esa experiencia es “superior a lo normal”, como decimos “a alta tensión”. Esto nos pareció precisar e iluminar el aspecto más importante o culminante de la esencia del hombre."
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